El piloto de Ferrari Fernando Alonso, durante los entrenamientos del Gran Premio de China. :: ALY SONG / REUTERS
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Mercedes se propulsa

Los dos pilotos copan las primeras plazas de la parrilla y empiezan a cumplir los ambiciosos objetivos de la escudería Rosberg y Schumacher plasman la progresión de la marca alemana

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La propulsión del salto ha llenado un hueco de 57 años. De aquel gallardo caballero argentino llamado Juan Manuel Fangio a un piloto posmoderno, Nico Rosberg. Hacía 57 años que Mercedes no capturaba la pole de la Fórmula 1. Y en el estallido, la conquista ha hecho pleno. Una primera línea cien por cien Mercedes con el joven Rosberg y el veterano Schumacher confiere un aspecto inédito a la carrera de China. Y es el estreno de Rosberg al frente de un pelotón desde que llegó en 2006 (111 carreras después).

Es la singladura de un proyecto de altos vuelos, concebido para reinar. Hace tres inviernos que Mercedes regresó a la F-1 por todo lo alto. La firma de la estrella se desgajó de McLaren para crear su propia división y concursar sin vasallaje. A lo grande. Adquirió por cien millones la estructura del entonces campeón del mundo, la escudería Brawn que había coronado campeón del mundo a Jenson Button, y otorgó el poder al ejecutivo con más prestigio en la Fórmula 1, Ross Brawn, el hombre que entronizó a Michael Schumacher en Ferrari con cinco títulos mundiales.

El plan de largo recorrido se ha saldado durante los dos años anteriores con amplias expectativas y escasos resultados. Mercedes siempre aparece como candidato, pero no como propietario de éxitos. Michael Schumacher no ha subido ni una sola vez al podio desde que volvió de su retiro. Y Nico Rosberg ha alentado potentes consideraciones, pero solo un podio y ninguna victoria. Mercedes está a la espera de que el poderío de la firma se refleje al fin en un triunfo.

Este año la materia gris de la escudería ha lanzado a la pasarela una idea ingeniosa. Un conducto que permite que fluya más aire hacia el alerón trasero y que proporciona más velocidad punta a a sus coches. «Son seis kilómetros por hora más rápidos en las rectas», anticipó Alonso en la primera carrera, Australia. Lotus ha cuestionado la legalidad del conducto, pero la FIA no ha aceptado su reclamación.

Mercedes es tan veloz como el que más los sábados, en las rondas eliminatorias, pero sufre el domingo. Su coche devora los neumáticos y la superioridad se desvanece. Pero la progresión es evidente: Schumacher salió cuarto en Australia, tercero en Malasia y será segundo en Shanghái.

La pareja de alemanes solo suma un punto entre ambos en las dos primeras pruebas de la temporada, pero cunde la sensación de que la clasificación no retrata la jerarquía de sus coches. Mercedes se ha propulsado.

«Hoy tengo un sentimiento muy especial de orgullo por lo que representa nuestro equipo -dice Rosberg-. Esto demuestra nuestros progresos. En 2009 nadie hubiera podido predecir que íbamos a lograr ser primero y segundo en una parrilla». El plan, sin embargo, es más ambicioso. Está enfocado a los títulos, según ha reconocido el alma mater de la escudería, Ross Brawn. «Este año deberíamos pelear por ser segundos o terceros y en 2013 deberíamos pelear por ganar el campeonato».

En el lado negativo, Sebastian Vettel ya no levanta el dedo que tanta irritación generó el año pasado. Ese símbolo de jerarquía total que concretó en números bárbaros: quince primeras posiciones en la parrilla de diecinueve intentos. Insuperable su Red Bull que se cosía al suelo en cada curva del Mundial. Pero este año pintan bastos para Vettel, quien en China se llevó un bofetón en la cara. No consiguió poner su coche en la Q3, los diez mejores, y saldrá undécimo. Desde Brasil en 2009 (43 carreras) no sucedía algo así.

Vettel había logrado tres poles en los últimos tres años en el circuito de Shanghái. Su Red Bull disponía de potencia para las dos largas rectas del trazado y, sobre todo, para los giros revirados. Pero este invierno, Bernie Ecclestone activó el mando a distancia de su negocio y desalojó a Red Bull del pedestal. Suprimió los escapes sopladores, que pegaban el coche al suelo.

Y ya no hay fórmula mágica para Red Bull. Ya no hay dedo de Vettel. «Siempre es fácil decir esto y aquello ahora, pero yo estaba contento con el coche y es por eso por lo que decidimos quedarnos como estábamos. Estoy contento con las vueltas que he dado en la clasificación, sin errores, pero no fuimos lo suficientemente rápidos. Es así de fácil». Y, como todos los pilotos cuando no ganan, Vettel ya critica a su coche.