El líder norcoreano, Kim Jong-Un, durante el acto de inauguración del monumento en recuerdo a su padre, Kim Jong-Il. :: P. UGARTE / AFP
MUNDO

El fiasco del cohete agrava el descrédito de Pyongyang

La ONU amenaza con nuevas sanciones y Kim Jong-Un queda en una delicada situación ante su Ejecutivo

SHANGHÁI. Actualizado: Guardar
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«Los norcoreanos han descubierto que el Red Bull no sirve como combustible para cohetes». «Pero Kim Jong-Un ha anunciado eufórico que el lanzamiento refleja el éxito del régimen». «Científicos norcoreanos, ¡corred!». Ayer, nada más conocer que el polémico cohete norcoreano se había desintegrado en el aire pocos segundos después de ser lanzado, el ciberespacio estalló en sonoras carcajadas de 140 caracteres. Pero la comunidad internacional no se lo ha tomado a broma.

Independientemente de que el régimen de los Kim no haya conseguido poner en órbita el artefacto que transportaba el Unha-3, y aunque ya no se sabrá si era un satélite de investigación, como aseguraba Pyongyang, o un misil balístico intercontinental camuflado, como sostenían Washington, Seúl y Tokio, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se reunió ayer de urgencia para analizar y condenar el lanzamiento, que viola las resoluciones anteriores de este órgano.

Pero habrá que esperar para ver si fraguan las nuevas sanciones que quieren imponer los acérrimos enemigos del régimen estalinista, que ya sufre un bloqueo casi total. «El lanzamiento acrecentará la tensión en la península coreana», aseguró el ministro de Asuntos Exteriores alemán, Guido Westerwelle. «Es necesario responder con contundencia a este desafío», apostilló. Por su parte, el portavoz de la Casa Blanca, Jay Carney, manifestó que la acción efectuada por Pyongyang «no solo viola la legislación internacional, sino que contraviene también las promesas de Corea del Norte» .

Los discursos de repulsa comenzaron a sucederse ayer poco después de saberse que el país comunista había pulsado el botón rojo a las 7.39 de la mañana -hora local-, a pesar de que no parecían darse las condiciones óptimas para el lanzamiento. Los radares de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, Japón y Corea del Sur detectaron el cohete, pero perdieron su pista un minuto después. Había caído al mar sin causar daño alguno.

En esta ocasión el público no tendrá que elucubrar sobre si la versión de los poderes capitalistas es correcta o no, porque el propio régimen norcoreano confirmó que había fracasado en su intento de poner en órbita el satélite. «Científicos, técnicos y expertos están ahora investigando la causa del fallo», se limitó a decir, horas después de que todo el mundo supiese del fiasco, la agencia de noticias oficial Kcna.

Sin duda, este contratiempo no solo va a crearle dolores de cabeza internacionales al joven Kim Jong-Un, que sucedió a su padre, Kim Jong-Il, tras su muerte el pasado diciembre. Hace solo unos días se coronó como líder supremo del Partido de los Trabajadores y ayer mismo fue aupado a lo más alto de la Comisión Nacional de Defensa. Así que el bofetón llega en un momento muy delicado también dentro del país que Kim, menor de 30 años, gobierna con puño de hierro.

Dinastía comunista

El domingo se celebrará el centenario del nacimiento de su abuelo, y fundador de la dinastía comunista, Kim Il-Sung, y se preveía que el lanzamiento del Unha-3 fuese un gran regalo de cumpleaños para que el Gran Líder lo disfrutase en el más allá. Iba a demostrar también la eficiencia tecnológica del país. Y tenía, además, la misión de confirmar el valor -al fin y al cabo decidió lanzar el cohete a pesar de las amenazas del resto del mundo- y la valía del tercero de los Kim, cuyo carisma está en entredicho. Ahora, sus adversarios en el Ejército tienen una razón más para plantarle cara.

Y quizá para enmascarar el fracaso frente al pueblo, ayer Kim se dio un baño de masas. Inauguró una gigantesca efigie de bronce de su padre en lo alto de la colina de Mansude, en la capital, donde acompañará a otra de tamaño similar de Kim Il-Sung. Se repitieron entonces las multitudinarias coreografías de apoyo, aunque en esta ocasión era euforia lo que reflejaban las masas, y no la gran tristeza con la que estremecieron al mundo tras el fallecimiento de Kim Jong-Il.

Pero, anoche, Corea del Norte seguía sin dar más detalles sobre el lanzamiento, y mucho menos sobre los planes que tienen sus líderes. Se rumorea sobre la posibilidad de que ordenen una nueva prueba atómica, que sería la tercera, y Seúl estima que han gastado unos 300 millones de euros en la construcción de un nuevo campo de lanzamiento para futuros cohetes, situado cerca de la frontera con China.