El camino de Mitt Romney
La retirada del exsenador por Pensilvania, Rick Santorum, de la contienda republicana despeja el horizonte para el candidato moderado como rival de Obama en noviembre
MADRID Actualizado: GuardarNo exageraba ni mentía Rick Santorum, quien al comunicar que abandonaba la batalla por su nombramiento presidencial por el partido republicano norteamericano dijo que continuaba la lucha (…) y que pensaba hacer contribuciones al combate por recuperar los valores americanos en la lucha contra la presidencia Obama.
Lo que tenga de retórico el discurso de 12 minutos al borde las lágrimas y en presencia de su esposa y cuatro de sus siete hijos, se verá en seguida, pero él sabe dos cosas que el propio Rommey, candidato claro ahora, también sabe: a) habrá que ver cómo se recupera al nutrido público ultraconservador y religioso que ha votado a Santorum sin dudar y tiene poca estima por su adversario; b) al ahora reforzado Romney le queda mucho trabajo, tal vez de meses, antes de sumar los famosos 1444 delegados que aseguran la designación.
Eso permite seguir en la carrera, como si fuera un argumento meramente técnico, al tercero en discordia, Newt Gingrich, quien dijo de inmediato el clásico “yo, sigo”. En el momento de abandonar, Santorum disponía de 285 delegados, frente a los 661 de Romney y a los 136 de Gingrich. Es decir, formalmente, hay batalla.
Razones de fondo
Santorum parece haber tirado la toalla, un poco por sorpresa si se recuerda su decisión abordar con todo entusiasmo la gran batalla del 24 de abril en cinco estados, con un botín en juego de 231 delegados juego. Una razón podría ser la visible falta de recursos financieros para financiar la campaña, frente a la amplitud de Romney en ese orden, decisivo en estos momentos.
También evocó el candidato su decisión de dedicar más tiempo a su familia y ocuparse, en concreto de la salud de una de sus hijas, precaria a medio plazo aunque ha sido dada de alta ahora. Presentó su decisión de renunciar como tomada por la familia al completo el domingo en torno a la mesa de la cocina…
Pero tal vez la definitiva, y eso nunca se sabrá, fue la posibilidad de resultar derrotado en su estado, Pennsylvania, al que representó durante largos años en el Senado y que es uno de los cinco en juego en la fecha indicada. Tras ir cómodamente por delante, los sondeos le situaban en empate técnico con Romney y en un caso, superado por éste. Eso hubiera hecho inevitable el abandono pero en un contexto más negativo y menos defendible.
El inmediato porvenir
Romney sabe todo esto de sobra y que él no ha ganado todavía. Aunque Santorum no le mencionó en su mensaje, él le llamó y, en su versión, habló de él como alguien que hizo una gran contribución a la campaña republicana y le convocó he hecho a ayudar en el objetivo central que se persigue: combatir a Obama, su programa, su gestión e incluso, casi abiertamente, su persona y su estilo.
Romney tiene un problema de difícil solución con el ala evangélica del campo republicano, del “Tea Party” o más autónoma, que realmente fabricó a un Santorum cuyo mérito fue el de intuir mejor que nadie que había un filón de votos esperando un candidato religioso y genuinamente conservador y tradicionalista.
El ahora favorito pasa por ser mucho más liviano en asuntos de fe, su gestión como gobernador de Massachussets lo acreditó así y su condición de mormón, que en condiciones ordinarias de presión y temperatura política habría sido poco relevante cobra ahora cierta importancia que señalan algunos observadores. Cuando su padre, George, fue elegido gobernador de Michigan a mitad de los sesenta hubo encuestas que probaron que hay todavía un buen diez por ciento de norteamericanos que nunca votarán a un mormón para la Casa Blanca.
Todo eso ha cambiado, pero, de la mano de los evangélicos y católicos ultraconservadores, decepcionados y un poco sin rumbo tras el abandono de Santorum, podría reaparecer y complicar las, por lo demás, grandes posibilidades de Romney para obtener en agosto la investidura.