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DONDE LAS CALLES NO TIENEN NOMBRE

EL CASCABEL DEL GATO

JAVIER BENÍTEZ
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Alguien tenía que ponerle el cascabel al gato. Vaya por delante mi solidaridad y mi abrazo sincero para el colectivo de trabajadores del Ayuntamiento de Jerez. Llevan meses sufriendo retrasos en el cobro de sus nóminas y ahora deben enfrentarse un Expediente de Regulación de Empleo duro y necesario a partes iguales. El principal problema en estos casos, bajo mi punto de vista, es que paguen justos por pecadores. Tenemos por delante un escenario complejo y con muchas particularidades. Se trata de llevar a cabo una reducción masiva de puestos de trabajo en una administración pública. El Gobierno local ha aprobado un ERE para 390 trabajadores a los que se sumarán otros 250 jubilados y prejubilados en los próximos cinco años, a lo que hay que añadir también el recorte que se va a hacer en Onda Jerez y otras medidas de perfil bajo que también persiguen reducir algunas áreas municipales. Me da la sensación que en el plazo de cinco años el Consistorio jerezano habrá adelgazado su plantilla en casi 1000 trabajadores, es decir, la mitad aproximadamente de los que trabajan en estos momentos en el holding municipal. Por lo que he podido palpar en la calle, la medida que ha adoptado el PP es entendida y hasta aplaudida por mucha gente, a excepción claro está de los integrantes de la plantilla municipal y de sus familiares. El jerezano de a pie es consciente de que algo había que hacer con un Ayuntamiento calamitoso en estado de ruina absoluta y, es verdad, con la plantilla sobredimensionada. Los propios trabajadores municipales lo saben, ven a diario en sus oficinas que hay gente que literalmente no hace nada, o que tiene un rendimiento tan bajo que da vergüenza. El gran problema sería que ésos chupopteros que todos sabemos que existen en una administración pública, ésos que ven la vida pasar desde su mesa y que a fin de mes ponen la mano para llevarse probablemente mucho más que el resto de sus compañeros, ésos sin los cuales los departamentos funcionan mejor, sean los que se queden gracias a su estatus profesional o a sus amistades con sindicatos o gobernantes. El PP tiene que hilar fino y proteger a los muchos trabajadores honrados, honestos y profesionales que acuden cada día a realizar su labor de la mejor manera posible y con la incertidumbre de si cobrarán o no algo este mes. Sea cual sea su categoría o estatus. Lo que ocurre es que con un recorte de la plantilla como el que se vislumbra también pagarán el pato muchos de ellos. Es una cuestión puramente aritmética. Aún así, esperemos que sean los menos posibles.

Al Partido Popular le ha tocado ponerle el cascabel al gato, y el gato no se va a dejar. Estoy convencido de que asistiremos en los próximos meses a una escalada aún mayor de la conflictividad social y laboral en nuestra castigada ciudad. ¿Y cómo hemos llegado a este punto? De aquellos polvos, estos lodos. Los partidos políticos, todos, han jugado a su antojo con la plantilla municipal, engordándola más y más en los últimos años a base de amiguismo y favores pagados, y con los sindicatos mirando para otro sitio y sin alertar de que aquello podría reventar algún día. Y ese día ha llegado. La locomotora que tiraba de esta ciudad ha descarrilado y llega el momento más desagradable, el recuento de víctimas.