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SIN PELOS...

EL LIBRO

CARLOS GONZALO
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Como si de un futuro apocalíptico se tratara, unos pocos humanos tratan de protegerlo de un ambiente hostil y salvaje. Un llanero solitario protege un misterioso libro del que todo el mundo habla, pero que nadie conoce. Pudiera pensarse que protege la raíz del saber, las vicisitudes de cambios inquietantes y descorazonadores, la coherencia de la parte contratante de la primera parte, con respecto de la parte contratante de la segunda parte. Ese encuadernado manuscrito, pese a su tamaño, tiene pinta de folleto. Magazine interactivo de derechos consolidados y desheredados, que trae de cabeza a las fuerzas del bien y del mal. Sin que nadie tenga claro qué elementos son benignos y cuáles los malignos. Los unos por acceder a él. Los otros por convertirse en custodios. Ambos al acecho del don y el tormento de la permanencia y titularidad. Casi convertido en sobrenatural, el libro ha adquirido una importancia capital y política en la era 2.0 del Xerez Club Deportivo. Su poder es equiparable al cetro de una autocracia, aunque si observamos con atención la escena, es lo más cercano al cetro de Ottokar. Memorable pasaje de las aventuras del intrépido Tintín y su fiel Milú. Ni forma parte de los Pilares de la Tierra, ni su misterio es superado por ningún Nombre de la Rosa o Código Da Vinci. Su posesión es poder, y su profanación problemas. De lectura compleja. Su interpretación sólo está al alcance de cráneos privilegiados a lo Valle-Inclán, encargados de traducir e interpretar a su antojo el tesoro que se esconde entre sus renglones. Tampoco es un documento que se preste a ejercicios de maquillaje. Lo del borrón y cuenta nueva, puede acarrear cuentas, pero con la justicia. Pues como el escenario interactivo sigue dándonos clases de interpretación avanzada, mejor una infantil sonrisa para digerir la desazón de la no comprensión por parte del vulgo. Petete, el Pocoyó de los 70' «El libro gordo te enseña, el libro gordo entretiene y yo con cariño te digo, hasta la clase que viene». Una sólida cultura es la herencia más segura. ¿Se imaginan a San Jorge buscándole un lugar entre los estantes del próximo Día del Libro? Espero que no tenga que llamar a Dora la Exploradora.