Barcelona, fue el punto más caliente de la jornada. / Marta Pérez (Efe) | EP
movilizaciones del 29-m

Los sindicatos se reafirman tras la huelga general

CC OO y UGT amenazan con recrudecer el conflicto social tras un 29-M con desigual seguimiento

MADRID Actualizado: Guardar
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«Yo lo que quiero es olvidarme cuanto antes de esta huelga». La frase salió de los labios del presidente de la CEOE, Juan Rosell, pero a buen seguro que podría haber provenido de cualquiera de los agentes sociales. El Gobierno, para así pasar página y avanzar con su intención inamovible de aprobar una agenda de reformas que considera «imparable»; y los sindicatos, para sacar rédito del 29-M y materializar el tercer ofrecimiento de negociación que ayer pusieron sobre la mesa.

La primera huelga general contra Mariano Rajoy y la sexta de la democracia se saldó con la disparidad de valoraciones y porcentajes de participación propios de estos paros. Del «éxito indiscutible» enarbolado por los secretarios generales Cándido Méndez (UGT) e Ignacio Fernández Toxo (CC OO) a las inexistentes valoraciones políticas de un Gobierno central que aprovechó la ocasión para incidir en su defensa «del empleo y del crecimiento económico» y que a lo más que se atrevió fue a calificar la convocatoria como «claramente inferior» a la que sufrió el expresidente Rodríguez Zapatero el 29 de septiembre de 2010.

Sobre el mapa, un panorama desigual, con las comunidades del norte de España como las que más secundaron el paro, y el sector industrial y de transportes, como los únicos que funcionaron con bastantes dificultades. Con este resultado, los grandes sindicatos quizá no puedan presumir de haber paralizado el país, pero en su pulso volvieron a mostrar que aún cuentan con respaldo y con capacidad para calentar la movilización en las calles.

Quizá por eso o porque prefirieron no echar más leña al fuego, ningún miembro del Ejecutivo pronunció la palabra «fracaso» pese a que pudieron echar mano de algunos datos: el 16,71% de seguimiento en el sector público estatal; el 19,42% en el autonómico; o el 15,24% en el local, las únicas cifras oficiales de participación provenientes de fuentes gubernamentales precisamente en un sector que lleva varios años asumiendo congelaciones y recortes en sus nóminas. Del otro lado, las centrales sindicales apuntaron a que el seguimiento global de la huelga general en todo el país había sido del 85%, aunque matizaron que al final quedaría mermado a un 77% por el efecto del sector público.

Lo fundamental no se toca

En lo que sí incidió el Gobierno en boca de su ministra de Empleo y Seguridad Social, Fátima Báñez, es que la huelga general no cambia nada, al menos en lo que consideran fundamental. La titular se mostró dispuesta a dialogar hasta la «extenuación», aunque, según dio a entender, más en lo accesorio que en los motivos principales que han desembocado en esta huelga general. «Las partes troncales de la reforma no se van a tocar». En su opinión, la agenda es «imparable» y ayudará a «frenar cuanto antes la destrucción de empleo». La ministra recordó que la reforma laboral ya ha sido respaldada por el Congreso, al contar con el visto bueno de 197 diputados y cuatro fuerzas políticas, aunque animó a los grupos parlamentarios a introducir mejoras y propuestas en el texto durante su tramitación como proyecto de ley, en la esperanza de que su respaldo final sea aún mayor que el día de su aprobación.

El líder de CC OO, Ignacio Fernández Toxo, advirtió sobre los peligros de esta dicotomía, que también exponen otros miembros del Ejecutivo popular: «Dicen que no van a mover un ápice el contenido y, al mismo tiempo, De Guindos afirma que lo harán desde el diálogo. El Gobierno no debería empecinarse en un agravamiento del conflicto social».

Tanto Toxo como Méndez confiaron en que la huelga sea la «señal» definitiva que necesita el Gobierno para sentarse a negociar, algo que esperan que se produzca antes del Primero de Mayo y avisaron de que, de no ser así, no pararán hasta conseguir una modificación sustancial del contenido. «Si no, la tendrán que cambiar más adelante de una manera vergonzante, empujados por la destrucción de empleo que va a causar y que ya se está notando», indicó el líder de la UGT.

Para los sindicatos, la supervisión de Bruselas no puede ser la excusa recurrente, ya que «no ha sido la Unión Europea la que ha dictado la reforma al señor Rajoy», a quien, en una velada referencia a los datos electorales del pasado domingo en Andalucía y Asturias, avisaron sobre su desgaste político: «El crédito no se conquista para siempre. Es muy volátil y lo mismo que llega desaparece. No vaya a ser que ya le esté sucediendo y de forma acelerada», concluyó Toxo.

Arrimar el hombro

La patronal optó por mantenerse ayer en un segundo plano, pese a que su presidente, Juan Rosell, lo dijo bien claro: «A nosotros no nos gusta la huelga». Sin embargo, el máximo responsable de la CEOE no entró a valorar las cifras de los sindicatos ni quiso estimar el coste empresarial que supone una jornada como la de ayer. Preocupado por la imagen que está dando el país en el exterior, Rosell optó por un llamamiento a «arrimar el hombro entre todos» y ofreció su receta particular: «La situación económica se arreglará con muy pocas protestas y muchas propuestas».