Alegato del Papa por la libertad de conciencia en la plaza de la Revolución
En su misa final en La Habana critica a quienes «se encierran en su verdad e intentan imponerla a los demás»
LA HABANA.Actualizado:El Papa por fin dio un vuelco ayer al tono comedido y temeroso de sus primeros dos días en Cuba y entró de lleno en el debate. Lo hizo el último día, en la plaza de la Revolución, corazón del castrismo y donde Fidel ha dado durante medio siglo sus discursos. En ese lugar emblemático, ante la estatua de José Martí, frente al famoso retrato del Che que ocupa la fachada del Ministerio de Interior, delante de 300.000 personas, según datos vaticanos, Benedicto XVI tuvo palabras como puños. Su homilía, vertebrada en torno a la verdad y la libertad, estaba plagada de dobles sentidos y se podía leer de cabo a rabo en clave cubana. Le dio pie la casualidad, o la providencia, de la lectura del Evangelio que tocaba ayer: «La verdad os hará libres». Ratzinger dijo doce veces la palabra 'libertad' o 'libre'.
La referencia fue casi explícita, nada más comenzar, a los presos de conciencia, a través de los mártires de la primera lectura que «perseguidos por el soberano babilonio, prefieren afrontar la muerte abrasados por el fuego antes que traicionar su conciencia y su fe». El Papa habló varias veces de la defensa a ultranza de los principios y de quien sufre por sus ideas: «Todo ser humano ha de indagar la verdad y optar por ella cuando la encuentra, aun a riesgo de afrontar sacrificios».
En uno de los pasajes más osados del sermón y con una de las frases más duras, Benedicto XVI opuso esa actitud a quienes «interpretan mal esta búsqueda de la verdad, llevándolos a la irracionalidad y al fanatismo, encerrándose en 'su verdad' e intentando imponerla a los demás. Son como aquellos legalistas obcecados que, al ver a Jesús golpeado y sangrante, gritan enfurecidos: '¡Crucifícalo!'». Los asistentes, con el día libre y también movilizados por el partido comunista para asistir, guardaron silencio durante toda la ceremonia, sin aplausos o vítores, al contrario de lo que suele ocurrir en los viajes del Papa. El presidente cubano, Raúl Castro, y las autoridades escuchaban en primera fila.
Benedicto XVI paliaba así en parte el hecho de irse de la isla sin reunirse con los disidentes, muchos de ellos católicos. Tampoco lo hizo Juan Pablo II. El portavoz vaticano, Federico Lombardi, pidió comprender que la Iglesia cubana «enfrenta las situación con realismo y humildad». Amnistía Internacional (AI) volvió a denunciar ayer un «aumento del acoso» contra los opositores, en muchos casos precisamente para impedirles asistir a la misa. La organización de defensa de derechos humanos habló de 150 arrestos, amenazas y bloqueo de teléfonos.
El pontífice subrayó con intención que «el cristianismo no impone, sino que propone la invitación de Cristo a conocer la verdad que hace libres» e insistió en que «el creyente está llamado a ofrecerla a sus contemporáneos, incluso ante el sombrío presagio del rechazo y de la cruz». En este momento de cambios para Cuba, Ratzinger relacionó directamente la fe con su potencial para «vencer lo que nos oprime» y «transformar la realidad». Luego pasó del plano individual al colectivo, al defender la libertad religiosa y el derecho de la Iglesia católica a actuar «públicamente». Reconoció «con alegría» que en Cuba se han dado pasos pero por segunda vez en esta visita dijo que «es preciso seguir adelante» y reclamó libertad para la catequesis y la enseñanza.
Necesidad de cambios
«Cuba y el mundo necesitan cambios», dijo para terminar, «pero estos se darán solo si cada uno está en condiciones de preguntarse por la verdad», una última referencia evidente a la libertad de expresión. «Caminemos a la luz de Cristo, que es el que puede destruir la tiniebla del error», concluyó, otra frase punzante. La televisión cubana transmitió en directo la hora y media de ceremonia, comentada además de forma didáctica por un cura cubano. Desde luego, ayer se vio con claridad el precio que Raúl Castro ha aceptado encajar con la visita del Papa en su apuesta por los cambios y la apertura religiosa, y permite creer que es seria.
A última hora de ayer en España y antes de regresar a Roma, Benedicto XVI tenía previsto reunirse con Fidel Castro. El líder cubano lo confirmó, a su estilo, en 'Granma', el diario oficial: «Gustosamente saludaré mañana (por ayer) a su excelencia el Papa Benedicto XVI, como lo hice con Juan Pablo II, un hombre a quien el contacto con los niños y los ciudadanos humildes del pueblo suscitaba, invariablemente, sentimientos de afecto. Decidí por ello solicitarle unos minutos de su muy ocupado tiempo cuando conocí que a él le agradaría ese modesto y sencillo contacto». Ratzinger se reunió 40 minutos con Raúl Castro el martes y solo ha trascendido que le pidió restablecer la fiesta del Viernes Santo. El número dos de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, sí trasladó «peticiones de intervención humanitarias» con algunos presos. Antes de la visita del Papa, como señal de distensión, el Gobierno liberó a 2.900 reclusos.