BROTES

Ya está, por fín, esta sí es la definitiva, queridas y queridos. Ponga una sonrisa en la cara y quítese de encima ese jeto acartonado de lunes que me lleva instalado desde que se levantó de la cama. Hay motivos para la esperanza, y lo que es mejor, disponemos de datos que así lo corroboran. Este fin de semana ha empezado a dar la vuelta a la tortilla que solamente nos mostraba la costra negruzca de la desesperanza. El cambio nos lo ha traído el emperador de las cuatro ruedas, el asturiano que tuvo que votar por correo, el más rojo de todos, por lo menos, por fuera. Hasta el monarca le mandó un telegrama para felicitarle por la victoria. Juan Carlos, que anda enfrascado en líos varios, se alegró de la victoria de Alonso casi más que el tío Lobato. El campeón del cuello grosso ha resucitado, y por unas horas, le hizo olvidar a más de uno que al día siguiente era lunes. Al calor del himno español, nadie se acordó de llamar a la prima para preguntarle si seguía en riesgo o ya no le dolía nada. Son momentos de cava y de celebración, porque además la organización de Miss España ha emitido un comunicado asegurando que el desfile de bellezas en bañador no corre peligro; por lo tanto, habemus, o haberemus guapas para emparejarlas con futbolitas y actores de moda.

Lo daban por muerto, pero el sonrojante concurso de concursos se quiere agarrar a la vida como un gato a unas cortinas. El poder ver cómo el paso de los años va deteriorando también a toda la colección de misses que salen de la factoría de Marina D´or, nos hace sentir bien. Con el permiso del bótox, todos somos arrugables de cara e hinchables de cadera. Por si usted no ve los brotes ilusionantes en esta primavera que empieza con Lorenzo pegando a tope, déjeme proponerle un salvoconducto que eliminará toda su ira contenida. El Supremo nos da licencia de insulto; acaba de dictaminar que llamar «ladrones» a los de la SGAE es un acto de libertad de expresión. Con noticias como estas, Europa ya puede decir misa. Pasen buen día.