Bastión andaluz
El PSOE frena su retroceso electoral con un resultado en el que las críticas a los recortes se imponen a las denuncias de corrupción
Actualizado:Contra todo pronóstico, el PSOE consiguió ayer frenar su descenso a los abismos y mantendrá, con permiso de Izquierda Unida, el gobierno de su histórico feudo andaluz, a pesar de una caída significativa de la participación que en este caso debería interpretarse como un signo de desafección social hacia la política. En la campaña, escasamente deliberativa, los argumentos esgrimidos han sido las reformas y los ajustes realizados por el Gobierno popular, y la corrupción en el ámbito de responsabilidad de la Junta de Andalucía. Finamente, los andaluces han sido más sensibles a las políticas de dureza, incluida la reforma laboral, que a los episodios lamentables de malversación y mala administración. En Asturias, el PSOE ha ganado las elecciones, con 16 escaños, aunque Foro, que baja tres hasta los 13, y el PP, que se mantiene con 10, podrían gobernar si sumaran fuerzas. En definitiva, el PP, que ya controlaba, además del Gobierno de la Nación, 11 de las 17 comunidades autónomas y más de 3.000 ayuntamientos, no ha podido culminar en Andalucía su hegemonía histórica, pero sigue ostentando un poder muy relevante, que le concede una gran capacidad de actuación. Aunque el PSOE pueda gobernar en Andalucía y, quizá, en Asturias, el bipartidismo imperfecto sigue fuertemente desequilibrado y hoy la gran formación del centro-derecha es el actor político fundamental, de cuyo éxito depende que este país, en sus horas más bajas, remonte la pendiente y supere la crisis. El PSOE, por su parte, ha detenido la hemorragia y podría decirse que ha puesto la primera piedra de su recuperación. Griñán, superviviente en el pasado Congreso de Sevilla por su condición de candidato, verá reafirmada la presidencia del PSOE que le fue otorgada en dicho cónclave. El fracaso del PP suscita también serias dudas sobre la idoneidad de la candidatura de Javier Arenas, ya marcada por fiascos anteriores. Y Rubalcaba, que logró una victoria escasa y que no había podido sacudirse la vitola de perdedor, ha visto cómo se le abría súbitamente un horizonte más luminoso. Sin embargo, se equivocaría gravemente la dirección socialista si no entendiera que la formación de centro-izquierda no levantará cabeza si no procede a una intensa renovación ideológica y a un profundo saneamiento de sus estructuras políticas, especialmente en la comunidad andaluza.