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EL ANÁLISIS

La izquierda da la vuelta a las encuestas

JUAN JOSÉ TÉLLEZ
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Con tan sólo cien días de gobierno, el desgaste del Partido Popular a escala estatal ha dañado a la candidatura de Javier Arenas a la presidencia de la Junta de Andalucía y a la que encabezaba Antonio Sanz en la provincia gaditana. Anoche, desde el balcón de la calle San Fernando en Sevilla, ambos compartían con Teófila Martínez, la alcaldesa gaditana, el sabor agridulce de una victoria que en realidad no lo fue.

A pesar de la fragmentación del voto de la izquierda, la izquierda ganó en realidad las elecciones de ayer. Tanto en Andalucía como en la provincia gaditana. Gracias, sin embargo, a la suma de escaños entre un PSOE debilitado tanto a escala interna como externa y una Izquierda Unida a la que ni las mejores encuestas auguraban el subidón electoral de ayer. Lo que cabe preguntar es por qué ocurrió. Quizá porque los conservadores no supieron movilizar al electorado que les respaldó el 20 de noviembre de 2011 quizá como castigo a la política económica del zapaterismo. Sin ZP enfrente y con una reforma laboral leonina, con 400.000 votos andaluces menos de los que el partido de las gaviotas obtuvo en otoño, la izquierda ha sacado pecho a pesar de que los socialistas no han hecho una campaña de las de tirar cohetes. Entre Guatemala y Guatepeor, Andalucía y Cádiz escogieron lo primero, toda una lección a tener en cuenta no sólo por el PP de Andalucía sino por La Moncloa en su sostenella y no enmendalla con la reforma laboral que vivirá su primera huelga general en contra el próximo jueves. Quizá la lección de las urnas andaluzas tendría que llevar al presidente del Gobierno español a tender la mano a las centrales sindicales y buscar un punto de acuerdo entre la exigencia de los mercados y la rabia de los electores.

No fue baladí que José Antonio Griñán, durante su comparecencia de anoche en el Hotel Renacimiento, recordase al gaditano Alfonso Perales, secretario de Política Institucional a escala federal en el momento de su fallecimiento. Aún después de su muerte, puede que siga ganando batallas si logra tender puentes entre la secesión gaditana del PSOE y la ejecutiva regional del partido. También anoche, el candidato socialista a la presidencia de la Junta, ante su exultante predecesor Manuel Chaves, aludió a los secretarios generales de cada una de las provincias del socialismo andaluz, incluyendo al gaditano Francisco González Cabaña. Sería un momento dulce para que el sector de Luis Pizarro hiciera las paces con el de Francisco Menacho, o viceversa, pero la lógica nunca ha tenido un lugar de honor en las casas del pueblo. En cualquier caso y a pesar de su derrota objetiva, después de los resultados de ayer, Griñán ya no puede aparecer como un advenedizo a los ojos de su propio partido. Otra cosa distinta es que unos y otros decidan enterrar el hacha de guerra y gestionar juntos el futuro de los socialistas tanto a escala estatal como en el resto del Estado.

Los analistas deberán plantearse cómo el PSOE provincial ha sido capaz de aguantar la embestida en Cádiz, cuando diversas piezas sumariales relacionadas con los ERE irregulares y otras piedras de escándalo electoral miraban hacia esta provincia. ¿Recordarán quizá muchos gaditanos que dichos procedimientos, cuando fueron válidos y no tramposos? En tal albur, los expedientes de regulación de empleo beneficiaron a miles de trabajadores que podrían haberse quedado mucho más desasistidos sin esa cobertura especial.

Los populares, a la hora de analizar su victoria pírrica, también tendrían que plantearse si a pesar de la artillería mediática que han desplegado, el electorado ha preferido negar su voto a un PP que protagoniza el mayor recorte de derechos laborales de la democracia, que a un PSOE cuya corrupción pareciera no incumbirle tanto. Apenas a un año del paseo militar de las elecciones municipales, el Partido Popular ha llevado a cabo una formidable campaña, pero tendrá que considerar si el hecho de haber mordido el suelo, obedece a la compleja política estatal o a una decepción por la soberbia rampante de quien ha administrado mal sus mayorías institucionales o a quien ha vendido la piel del oso antes de cazarla. El PP sigue siendo un gran partido, con una formidable trama humana pero que necesita seducir, tanto en Cádiz como en el resto de Andalucía, a sus votantes no habituales.

La considerable subida de Izquierda Unida, que ha duplicado sus resultados tanto en Cádiz como en Andalucía, se basa precisamente en la herencia de un sector del voto socialista, defraudado por el hecho de que el PSOE haya renunciado a las líneas rojas de la socialdemocracia y abrazado las políticas neoliberales bajo el imperio de Merkozy y del banco Central Europeo. Con tan sólo 117.000 votos más, los extraños vericuetos del sistema d´Hont han provocado que la coalición que lidera en Andalucía Diego Valderas doble sus escaños, a pesar del robado de la desafortunada descripción de la socialista gaditana Blanca Alcántara como «la de las tetas gordas», en una conversación con Cayo Lara, grabada de extranjis por los micrófonos de Antena 3. Esa ascensión de Izquierda Unida también se ha reflejado en Cádiz, donde al solitario diputado Ignacio García se suma la algecireña Inmaculada Nieto.

Ahora, la política de pactos entre PSOE e Izquierda Unida podrá provocar un gobierno de coalición en la Junta, que es lo más probable, o un respaldo para que los socialistas gobiernen en minoría: esta hipótesis es menos probable porque los electores de IU probablemente no se lo perdonarían cuando todavía recuerdan el daño electoral que les provocó la pinza. Para colmo, en el aire queda también una moción de censura conjunta contra el gobierno del Partido Popular en Extremadura.

Quedaron en aguas de borrajas, finalmente, las expectativas del abogado jerezano Martín de la Herrán al frente de Unión Pueblo y Democracia, que encabezaba la lista de Sevilla pero que no ha logrado acceder al antiguo Hospital de las Cinco Llagas, lo que vendría a confirmar al partido de Rosa Díez como una suerte de nacionalismo madrileño que no logra arrancar grandes simpatías más allá de la figura de su lideresa. A pesar de su espectacular campaña, el Partido Andalucista de Pilar González no ha logrado tampoco alcanzar el número de sufragios suficientes para colocar a su presidenta en el Parlamento de Andalucía. La dispersión del viejo voto del nacionalismo andaluz, sobre todo en Cádiz, ha mermado sus posibilidades. Una lástima, sin duda, que una formación netamente andaluza no goce del favor electoral de los andaluces. Otra formidable paradoja de la paradójica jornada electoral del 25-M. Ayer, aunque fuere por puntos, quien realmente ganó fueron los sindicatos. Al menos, ganaron tiempo para que su huelga general no fracase de antemano.