PAN Y CIRCO

ALONSO Y LOS DEMÁS

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En la Fórmula Uno hay tres tipos de pilotos. Están lo que siendo tremendamente buenos, tienen la ventaja añadida de contar con un monoplaza perfectamente ajustado para aspirar a ser campeón del mundo.

Están lo que siendo muy buenos tienen una patata al volante... Y luego, tenemos a Fernando Alonso. Del primer grupo, sirva como perfecto ejemplo esta temporada Jenson Button. Su McLaren es un cohete y él se encuentra en un momento tan dulce de su madurez profesional que ha conseguido lo que ni el propio asturiano logró en su momento: domar a una fuerza de la naturaleza del calibre del inglés Lewis Hamilton y conseguir que su compañero de escudería se tenga que resignar a un papel más secundario del previsto.

Del segundo grupo que mejor ejemplo que Pedro de la Rosa, tremendamente valorado en Woking por su enorme capacidad para calibrar motor, chasis y aerodinámica, pero al que sus ansias de volver a sentirse otra vez un piloto de verdad, en el ocaso de su carrera, le han llevado a firmar por un equipo que no fue capaz ni de clasificar a sus coches para el primer gran premio del año. De lo que le está ocurriendo al bicampeón español, desde que firmó por la Scuderia, daría para escribir un libro. Amigos (pocos) y rivales (muchos) saben a ciencia cierta que si Ferrari es capaz de darle argumentos para estar entre los mejores, él pondrá el resto para conseguir su tercera corona. Cuando en Red Bull y McLaren ponen velas para que los italianos sigan sin dar con la tecla es porque, en el fondo, son conscientes de que el mejor piloto continúa siendo el asturiano Fernando Alonso.

Pero. del mismo modo, ha quedado demostrado por activa y por pasiva que en F-1, aunque te llames Fernando, si no tienes una herramienta acorde a tu categoría, nunca lograrás más que heroicas carreras que tarde o temprano acabarán con tu vehículo estampado contra un muro.