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El candidato del PSOE a la presidencia del Principado de Asturias , Javier Fernández, atiende a los periodistas tras votar hoy en un colegio electoral de Gijón. / Efe
análisis

El PSOE salva los muebles

Consigue mantener su último bastión, Andalucía, y logra ser el partido más votado en Asturias

ANTONIO PAPELL
MADRIDActualizado:

Contra todas las encuestas, el PSOE ha conseguido salvar su último bastión, Andalucía, la región más poblada de España, en la que gobernaba desde la formación de la preautonomía, con lo que en principio la dirección socialista –Rubalcaba en el nivel estatal, Griñan en el ámbito autonómico- podrá alegar con fundamento que han contenido la hemorragia. Aunque haya de ser con ayuda de Izquierda Unida, una organización que ya ha advertido que permitirá al PSOE superar la investidura pero que previsiblemente impondrá drásticas y duras condiciones para facilitar la gobernabilidad. Y es comprensible que así sea, después de los escándalos protagonizados por la Junta en la pasada legislatura.

También en Asturias, el resultado del PSOE ha sido cuando menos discreto: ha ganado las elecciones, gracias desde luego a la división de la derecha, con un diputado más que en las elecciones anteriores, e incluso podría gobernar en minoría si Foro y PP mantienen su confrontación.

El presidente andaluz Griñán, quien ocupó el cargo tras la marcha de Chaves en abril de 2009 a la política estatal como vicepresidente del gobierno con Rodríguez Zapatero, optó por no sumarse a la anticipación electoral decidida por el jefe del Ejecutivo para las generales y convocar las elecciones andaluzas al término del cuatrienio, pensando que por este medio lograría zafarse del hundimiento del crédito del PSOE estatal, que en efecto perdió cuatro millones y medio de votos el pasado 20N, cuando el PP vencía con holgada mayoría absoluta. Y ha tenido razón.

En efecto, en Andalucía, el PSOE perdió 720.000 votos, hasta 1.590.000, en las generales del 20N con respecto a las de 2008, en tanto el PP incrementaba su apoyo en 270.000, hasta 1.982.000. En definitiva, si en las generales de 2008 el PSOE aventajó al PP en 600.000 votos (que se redujeron a 420.000 en las autonómicas), en las generales del pasado 20N el PP obtuvo 390.000 votos más que el PSOE. Tal diferencia no se ha trasladado al terreno autonómico, y el PP de Javier Arenas ha vuelto a estrellarse. Al cuarto intento, el político popular ha fracasado probablemente por última vez en su afán de ocupar la presidencia de su región.

La campaña andaluza ha sido bronca, escasamente deliberativa, basada en dos elementos, la corrupción y los recortes. La corrupción, vinculada sin duda a los malos hábitos adquiridos durante una estancia en el poder demasiado larga –treinta años-, se ha desbordado al descubrirse el escándalo de los EREs, una antiestética malversación clientelar de fondos públicos que inexplicablemente no fue detectada en demasiado tiempo. Sin embargo, los recortes y las reformas –la reforma laboral sobre todo- han tenido, como es evidente, un efecto decisivo: han disuadido a los antiguos votantes del PSOE dispuestos a cambiar su voto y han congelado el entusiasmo de la clientela popular, y ello explicaría la elevadísima abstención.

La victoria de la izquierda en Andalucía fortalece como es evidente a la dirección socialista surgida del reciente Congreso de Sevilla, en el que Rubalcaba se impuso a Chacón. Sin embargo, se entendería mal, o no se entendería en absoluto, que el Partido Socialista creyese que con estos resultados, positivos pero agónicos, su postración ha concluido y que ya no proceden ni la catarsis ni la renovación.

El Partido Popular, por su parte, continúa manteniendo una exorbitante cuota de poder en el Estado, con 11 comunidades autónomas y más de 3.000 ayuntamientos en su haber. El peso de la crisis continúa recayendo sobre Rajoy y los suyos, que son quienes tienen la gran responsabilidad de sacarnos del atolladero. Aunque ya han catado las primeras hieles, después de embriagarse con una sobredosis de poder.