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La verdad de Guardiola

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Es poco probable que el Barcelona gane la Liga, pero estoy seguro de que Guardiola es uno de los piensan que aún es posible. Es poco probable que Guardiola sea un mentiroso, pero estoy seguro de que detrás de su declaración de intenciones en las últimas semanas debe esconderse aquel trágico dicho (por la fuente de la que proviene y su significado de base) de que una mentira contada mil veces se convierte en una verdad.

La verdad de Guardiola no debe distar mucho de la sensación de que el Barcelona tiene el mejor equipo del mundo, pero que las lesiones y el cansancio físico acumulado de jugadores como Iniesta, Pedro, Xavi, Piqué, Puyol o Villa, piezas básicas en su esquema, han truncado sus planes iniciales, en los que podía intuir también una mejora del Real Madrid de Mourinho, pero no el descenso notable de los demás rivales en la competición, que allana su camino hacia la victoria, pero limpia el de Cristiano Ronaldo, Sergio Ramos, Casillas, Benzemá y compañía hacia el título, por mucho empate ante el Málaga que se precie.

Si algo ha caracterizado el éxito de Guardiola en los banquillos, además de sus conocimientos, ha sido su capacidad para vender y representar un producto con el que se siente plenamente identificado. Ese poso de sinceridad esconde un interés implícito porque el destino cambie y pueda seguir escribiendo con títulos las páginas de una historia a la que parece haberse aferrado con uñas y dientes. Pep quiere decir que quiere, pero no puede; puede decir que quiere, pero no lo necesita, ya que lo que necesita es poder decirlo sin tener que quererlo.

Hablar del Barcelona y sus aspiraciones personales con la misma sinceridad con la que grita a los cuatro vientos la hegemonía de Messi solo le reportaría piedras más pesadas en su camino y la verdad sería la misma, por muchas mentiras que introdujera. Tranquilo, Guardiola, ya nos hemos olvidado. Esta Liga no la váis a ganar. No hace falta que vuelvas a repetirlo. Al menos hasta que la mentira no se haya convertido en verdad.