Reforma constitucional
La actualización de la Carta Magna deberá abordarse con oportunidad y sin precipitación
Actualizado: GuardarEl Gobierno de Mariano Rajoy, tan activo en este primer tramo de la legislatura, no ha mencionado sin embargo de momento la reforma constitucional pendiente que todos los partidos consideran precisa aunque por causas no siempre idénticas entre sí. Y en realidad, es tal el cúmulo de reformas que el Ejecutivo tiene que realizar para sacar a este país del atolladero histórico en que lo han introducido la crisis y los errores del pasado que quizá sea prudente aplazar hasta ocasión más propicia la actualización constitucional, que a diferencia de la reforma técnica que se llevó a cabo al final de la pasada legislatura, ha de ser muy política y deberá contar con un consenso comparable al que consiguió en su momento el texto fundacional de 1978. Está muy extendida la convicción de que la mayoría de los problemas estructurales de este país no es de carácter constitucional. La renovación del sistema autonómico en pos de una mayor eficacia, la moralización de la vida pública afectada por la corrupción, la mayor aproximación de lo público a los ciudadanos, la generación de una mayor conciencia fiscal, etc., requieren más esfuerzos pedagógicos y cambios legales que reformas del marco jurídico fundamental, que fue un indiscutible acierto de la generación que llevó a cabo la Transición y que se mantiene notoriamente joven, aunque requiera determinados cambios, cosméticos algunos, otros de más calado, que lo pongan al día. Existe un informe de 2006 del Consejo de Estado, solicitado por el Gobierno de entonces, que es plenamente actual y que plantea con ponderación el asunto, y que remarca especialmente la conveniencia de reformar el Senado para que sea verdadera Cámara de representación territorial y de modificar el orden sucesorio de la Corona para eliminar la prevalencia del varón sobre la mujer. Como afirma la mayoría de los constitucionalistas, una reforma de actualización de la Carta Magna no debe ni sacralizarse ni abordarse con precipitación. Habrá que buscar la oportunidad, tanto porque la coyuntura relajada la facilite cuanto porque las buenas relaciones entre las fuerzas políticas abonen el razonable consenso que debe soportar esta cuidadosa transformación.