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Pactos inconfesables con la Mafia

Italia se replantea la gran asignatura pendiente de aclarar los acuerdos secretos con Cosa Nostra en 1992 y la verdad sobre el asesinato de los jueces Falcone y Borsellino

ROMA. Actualizado: Guardar
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Se van a cumplir veinte años de dos de los sucesos más horrendos del último medio siglo en Italia, que está lleno de ellos: los asesinatos en 1992, a dos meses de distancia, de los jueces Giovanni Falcone y Paolo Borsellino, símbolo de la lucha contra la Mafia. Hay siete filones de investigación aún abiertos y tres Fiscalías -Palermo, Caltanisetta y Florencia- indagan en la trama de contactos entre Cosa Nostra y el Estado italiano que emerge tras los atentados, pero no se disipan las sombras. Sin embargo, las implicaciones de lo que va saliendo a la luz son cada vez más graves. Estos días se han sucedido dos resoluciones en Caltanisetta y Florencia que han reescrito lo que se sabía, abriendo nuevos escenarios.

Las nuevas claves judiciales son, al menos, tres. Borsellino fue traicionado por alguien de las instituciones por oponerse a las negociaciones con la Mafia y por eso fue asesinado. Dos, la iniciativa de esas conversaciones partió del Estado. Y tres, los grandes atentados de Cosa Nostra de 1992 y 1993, la 'guerra contra el Estado' de Totó Riina, entran en la categoría de terrorismo, porque intentaban influir en el equilibrio político.

El foco de atención se centra en la muerte de Borsellino, el amigo de Falcone que siguió su labor aun sabiendo, como él, que estaba condenado por lo que habían descubierto, las complicidades de Cosa Nostra con el poder político. El vuelco en el caso se produjo en 2008 tras descubrirse que la verdad oficial era un montaje. El proceso celebrado en su día se basó en el testimonio de un 'pentito' (arrepentido), Vicenzo Scarantino, y otro que le secundó, Salvatore Candura. Pero todo se vino abajo con otro 'pentito', Gaspare Spatuzza: reveló que fue él quien robó el Fiat 126 usado en el atentado como coche bomba y que los diez condenados no tenían nada que ver. El hombre que apretó el botón fue Giuseppe Graviano y esto era otra cosa, porque su clan, los Brancaccio, rozaba con el poder, los servicios secretos y la masonería. Es más, Spatuzza dijo que en el garaje donde se preparó el coche había un hombre ajeno a Cosa Nostra que no supo identificar.

En octubre de 2011 la Fiscalía de Caltanisetta pidió repetir el proceso e investigar si fue un error o una operación orquestada. Ahora, tras cuatro años de pesquisas, ha dictado cuatro arrestos de los auténticos responsables del atentado y los fiscales avanzan que «algún servidor infiel del Estado llegó a señalar voluntariamente a Paolo Borsellino como obstáculo al cierre de la negociación» con la Mafia. «Esto es solo el punto de partida», ha dicho el fiscal Sergio Lari, que critica «el silencio de algunos políticos».

Contactos

¿Cuál es esa negociación y qué son esos silencios? Se habla de tres rondas de contactos entre el poder y Cosa Nostra en esos años convulsos, 1992 y 1993, que cambiaron Italia, pues se derrumbaba el cuadro político de cuatro décadas con los juicios de 'Manos Limpias' y la Mafia buscaba cómo recolocarse. Una negociación, la más documentada, fue de los Carabinieri; otra, del Gobierno en 1993, suavizó el régimen carcelario duro, como pedía Cosa Nostra, y la última, la más delicada actualmente, habría sido con la mano derecha de Silvio Berlusconi, Marcello Dell'Utri.

Estos contactos se han ido conociendo a partir de 2007 por Spatuzza y otro testigo decisivo, Massimo Ciancimino, hijo del exalcalde mafioso de Palermo, Vito Ciancimino. Reveló por primera vez las negociaciones a los jueces, la estrecha amistad de su padre con Bernardo Provenzano, mano derecha de Riina, y las visitas de un misterioso 'señor Franco' de los servicios secretos. Empezó a hablar, no se sabe por qué, y ha arrastrado a varios exministros y altos cargos a acordarse de todo.

Tras el asesinato de Falcone, el diálogo fue abierto por el coronel de los Carabinieri Mario Mori y el capitán Giuseppe de Donno, a través Vito Ciancimino. Totò Riina presentó un papel (el célebre 'papello') con doce exigencias, entre ellas el fin del régimen 41 bis de total aislamiento. Massimo Ciancimino entregó el famoso documento a los magistrados en 2010. Mori y De Donno buscaron «una cobertura política» a su iniciativa, pero nunca informaron a Borsellino, según los fiscales. Alegan que solo fue una vía más en la lucha contra la Mafia pero desde luego «Cosa Nostra lo percibió como una ocasión para imponer pactos y condiciones», han dicho los jueces de Florencia, que ven «amplias zonas de sombra en la acción del Estado». El objetivo era parar los atentados, y además había muchos políticos aterrorizados que quisieron salvar el pellejo. Según el Giovanni Brusca, el que apretó el botón de la bomba contra Falcone, después del atentado muchos políticos «se cagaron».