ESPAÑA

UNA REFORMA COSMÉTICA

Es un error atribuir a la revisión un efecto salvífico que no tiene y que es irresponsable estimular

CATEDRÁTICO DE DERECHO CONSTITUCIONAL DE LA UAM Actualizado: Guardar
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Me parece que sobre la reforma constitucional hay dos actitudes igualmente reprochables. Creo que no tiene sentido considerar intocable la Norma Fundamental pues al fin y al cabo la propia Constitución contempla su modificación, y en ese sentido quizás se ha confundido prudencia con pereza. La reforma reciente de este verano del artículo 135 ha demostrado que el cambio constitucional , cuando se tiene suficiente empeño político, es posible, pues los obstáculos procedimentales al final son de poca monta. Pero hay otro error que también conviene evitar y es el atribuir a la reforma constitucional un efecto salvífico que no tiene y que es irresponsable estimular. Nuestro sistema político presenta problemas sin lugar a duda, pero esos problemas, cabe preguntarse, ¿son constitutivos o de raíz, o son más bien problemas de funcionamiento o de cultura?

Creo que las decisiones sobre nuestra organización política que tomó la Constitución de 1978 son básicamente correctas. A la Constitución actual debemos la estabilidad gubernamental, de manera que los ciudadanos podemos identificar claramente a los responsables de nuestra suerte política y así cambiar sin problemas a quienes nos gobiernan. Tenemos asimismo un Estado descentralizado capaz de hacer justicia a nuestro pluralismo sin renunciar a las ventajas de compartir una nación común. Contamos con un sistema de libertades suficiente y una monarquía que defendió la democracia en los momentos graves de febrero de 1981 y que ha demostrado cumplidamente su capacidad integradora.

Los problemas de nuestro sistema, aunque preocupantes, no tienen alcance constitucional y quizás no requieren ser abordados con modificaciones de la Ley Fundamental sino de otro tipo. Debemos incrementar la cooperación en el Estado de las Autonomías, reducir el tamaño de nuestras administraciones, moralizar la clase política, agilizar y mejorar el funcionamiento de la administración de Justicia. Solo exageradamente puede pensarse que el remedio a nuestras males, más allá del plano legal y de la cultura política, está en el nivel propiamente constitucional. Ello no significa que la Constitución de 1978 , entre otras cosas para evitar que las deficiencias constitucionales manifiestas adquieran un relieve desorbitado, no deba de experimentar una reforma, limitada y prudente, diríamos cosmética. En la línea de la propuesta por el Consejo de Estado en el Informe que redactó cuando Rodríguez Zapatero con buen criterio pero poca prudencia, pues desconoció que un cambio constitucional jamás puede presentarse como programa de gobierno, intentó llevar a cabo en su primera legislatura.