La tortura policial pone en jaque al ministro de Interior ruso
El último caso ha sido el de un hombre de 52 años que murió tras ser sodomizado con una botella de champán
MOSCÚ. Actualizado: GuardarEl defensor de los derechos humanos ruso, Lev Ponomariov, pidió al todavía presidente Dmitri Medvédev que destituya al ministro del Interior, Rashid Nurgalíev, por su incapacidad en la erradicación de la tortura y la violencia injustificada en el seno de la Policía. La petición de Ponomariov se produce pocos días después de que Serguéi Nazárov, de 52 años, falleciera a consecuencia de un desgarramiento en el recto.
Nazárov fue detenido el pasado 9 de marzo en Kazán, capital de la república de Tatarstán, acusado de robo. Fue trasladado a una comisaría, en donde recibió una brutal paliza por no reconocer su delito. Después fue sodomizado con una botella de champán. Tuvo que ser trasladado al hospital y murió un día después de ser operado.
Algo idéntico le sucedió en enero de 2010 al periodista Konstantín Popov, que también pereció después de que le introdujeran por el ano el mango de una pala. Al parecer, en este caso el tormento no pretendía arrancar una confesión y fue violencia gratuita motivada por las amenazas que profirió la víctima de denunciar ante los tribunales la arbitrariedad de los agentes. El policía asesino fue condenado a 11 años de cárcel.
Hace dos años, Medvédev ordenó una reforma de las fuerzas de orden público. Fue culminada en 2011 y muchos policías que no superaron las pruebas exigidas fueron expulsados del cuerpo. Sin embargo, según Ponomariov, los casos de tortura se han multiplicado desde entonces y «no todos salen a la luz».
Un suceso que causó especial conmoción el pasado mes de enero fue el de Nikita Leóntiev, un adolescente de 15 años, acusado también de hurto y golpeado hasta la muerte por un comisario y dos de sus ayudantes en San Petersburgo. Intentaban lograr que admitiese la fechoría supuestamente cometida.
Anatoli Barabash, un abogado que se dedica precisamente al fenómeno de la violencia dentro de la Policía, sostiene que «no todos los excesos deben ser asociados con la intención de obtener confesiones». «A veces basta una mala mirada o una advertencia sobre los derechos que asisten al detenido para que el inspector de turno se emplee a fondo con el arrestado», afirma.