El placer de las mentiras
Los españoles no tienen ningún inconveniente en polemizar si dos más dos son tres o, por el contrario, cinco
Actualizado:Del éxito al fracaso puede haber una distancia corta. Y en el caso de las manifestaciones, muy corta: unos pocos centímetros en el kiosco entre el titular de un periódico de derecha y un periódico de izquierda. Ha ocurrido otra vez con las protestas de la reforma laboral. A dos palmos se podía ver una fotografía masiva bajo un titular triunfante o una estampa de fracaso sin paliativos. Algo falla. Siempre hay que desconfiar del éxito y del fracaso -esos 'dos impostores' del poema de Kipling- pero definitivamente es una farsa ese abismo periodístico entre 'cientos de miles' y 'unos pocos miles'. Ahí no hay margen para la interpretación: al menos una parte miente, quizá las dos, pero desde luego ambas no dicen la verdad. Suele ocurrir. Las manifestaciones de la Asociación de Víctimas del Terrorismo entre 2005 y 2007 se cifraban siempre entre uno o dos millones triunfales; pero el sistema de medición aérea computando tres personas por metro cuadrado rebajaba la cifra a poco más de cien mil, diez veces menos.
El problema naturalmente es que la verdad no interesa. Ya se sabe que 'el que busca la verdad corre el riesgo de encontrarla'; así que mejor evitar la tentación. De ese modo todos los cálculos salen. Quienes apoyan una manifa, pueden ver allí una marea humana y hablar de cientos de miles; y quienes discrepan, pueden ver el fracaso estrepitoso de unos pocos alborotadores. Sencillamente basta con maquillar las cifras. En definitiva España es el único país, según Julián Marías, donde se discuten los datos. Los españoles no tienen ningún inconveniente en polemizar si dos más dos son tres o, por el contrario, cinco.
Y aún menos debatir si en una manifestación había medio millón o diez mil. A estas alturas ya no se publican los datos de Lynce, empresa fracasada por falta de clientes, o El Manifestómetro. A nadie le interesa una medición exacta. Mal podía sobrevivir en España una empresa que tratara de poner rigor científico en todo esto. Por supuesto, como resumía Machado en sus 'Proverbios', «la verdad es la que es y sigue siendo la verdad aunque se piense del revés», pero la propaganda trallera funciona mejor si no hay datos precisos. Y ahí el periodismo es propaganda. Es lo que sucedió con las manifas de este domingo. Sin mediciones fiables, ya se puede disfrutar otra vez del alegre placer de las mentiras manipuladas a la carta. Esa genuina pasión nacional.