Erri de Luca: «La palabra revolución está caduca»
"Los ciudadanos son hoy clientes a los que se valora por su poder adquisitivo" denuncia el narrador italiano, exmilitante de la extrema izquierda y obrero durante dos décadas
MADRID Actualizado:"La palabra revolución está caduca". Lo dice Erri de Luca (Nápoles, 1950) veterano de la lucha de clases y hoy "patriota de la lengua". Soñó con ser diplomático y acabó como un obrero que leía y escribía en horas robadas al sueño, hasta ser reconocido como uno de los grandes narradores de su tiempo. Ardoroso utopista en su juventud, sabe ahora que la revolución carece de sentido en nuestras sociedades opulentas. Trabajador de la Fiat, albañil y camionero, durante años se levantaba mucho antes del alba para leer la Biblia -no es creyente- o para garabatear unas líneas. Tenía cuarenta años cuando comenzó a publicar y a abrirse camino. Ahora trae a España 'Los peces no cierran los ojos' (Seix Barral) un emocionado y emocionante retorno a su singular infancia napolitana, con un padre ausente, lecturas del Quijote, muchas horas de cine neorrealista y jornadas de pesca en barca el isla de Isquia.
Con su delicada y sencilla prosa explica De Luca "cómo crece un ser humano". Cómo aquel crío tímido e hipersensible se convierte en un comprometido militante de la extrema izquierda a través del movimiento 'Lotta Continua' que hoy descree de las revoluciones. "Fui revolucionario cuando era necesario, pero revolución es hoy es un término caduco" explica con voz queda, mirando a los ojos de su interlocutor. "La primavera árabe es apenas un recuerdo, una prolongación del convulso siglo pasado, el de las revoluciones y las migraciones masivas". "Hoy cualquier tipo de oposición es declarada terrorista" dice sin apenas gesticular alguien que se tiene "por un mero espectador de la política", un comentarista que asiste atónito a una nueva realidad. "Mi experiencia política es inservible, no la puedo actualizar", dice De Luca, que tampoco ve factible la revolución del 15-M. "Es un movimiento de naturaleza democrática, que busca dialogar y ser oído, y por eso nunca conseguirá nada". "Son necesarios y muy saludables, pero no tienen ninguna posibilidad" sentencia.
La cruda realidad del siglo XXI "es que no existen los ciudadanos". "Se han convertido en clientes de un gran almacén a los que se valora por su poder adquisitivo. Hemos pasado de la democracia a la oligarquía" lamenta el escritor.
La escritura reposada, el amor a Nápoles y al alpinismo que practica con pasión, la traducción de la Biblia en la que se sumergió como mero lector durante una estancia en África, son hoy los pilares vitales de este autor de narraciones como 'Aquí no, ahora no', 'Tu, mío', 'Montedidio'. 'El contrario de uno', 'Hora prima' o 'El peso de la mariposa'.
De Luca condujo camiones en convoyes de ayuda humanitaria en la guerra de Bosnia, mientras se convertía en el "escritor obrero", etiqueta de la que no reniega y con la que se le sigue presentando. "Fui obrero durante 20 años. Acaso sea ahora un escritor exobrero. No lleve jamás una doble vida. Me convertí en escritor en los márgenes de la vida de trabajador, salvando cada día algo de tiempo. Esas horas robadas al cansancio y la dura jornada laboral fueron ni válvula de escape" explica este narrador apegado su tierra napolitana.
"No me considero un autor, aunque pueda vivir de los derechos de autor. Soy un redactor de historias inventadas por la vida misma" asegura De Luca, que se define como "uno que viene de Nápoles". "No pertenezco a Nápoles, vengo de allí. He perdido la pertenencia pero no el origen. Escribo en italiano, pero nací napolitano. Habito en la lengua italiana. No soy un patriota de la bandera o el himno nacional. Soy un patriota de la legua. La habito y la amo" asegura. Italia es para él "una invención política". "Ha celebrado 150 años de su unidad, pero es una comunidad de vecinos mal avenida, en la que todos se pelean y que es irreductible a la unidad".
Memoria
Quizá para alejarse de un mundo en el que no encaja, regresa De Luca a su infancia en su último libro, a los ecos de una posguerra que marcó a la generación de sus padres. Un crío pasa el verano con su madre y su hermana en una playa de Isquia. Su padre, ausente, se busca la vida en Estados Unidos, de donde regresará con el orgullo tocado y las manso casi vacías.
"Está claro que la infancia encierra todo lo que somos, la criatura de la venimos y de de la que no podemos separarnos. Es como un saco de hueso del que vamos perdiendo trozos. Es el origen del ser humano antes que la patria del escritor", explica. "Vuelvo al pasado porque no me agrada inventar historias".
Él fue un niño distinto, retraído, bondadoso, con pocas dotes para las matemáticas pero lector emocionado del Quijote. "Con diez años había leído muchísimo, pero enfrentarme al Quijote fue experimentar algo doloroso. El protagonista era el único que veía la realdad y era constantemente castigado por las circunstancias", rememora.
La memoria que articula este libro es para De Luca "como una piedra en medio de una corriente". A veces las piedras están próximas "y resulta fácil reconstruir el pasado; otras veces no, y tienes que rellenar los huecos con la imaginación. No soy dueño de mi memoria ni la consulto como un diccionario. Ella es la que viene a mí y el resultado es este libro", precisa.
Para Erri de Luca escribir no ha sido ni una necesidad ni una salvación. "Es mi mejor compañía. Como lector y como escritor, los libros me acompañan. No me salvan la vida" dice. "Con un libro me aíslo y tengo todo lo que necesito. Es el mejor embalaje posible". "Mi actividad de lector no tiene nada que ver con la de escritor; el lector y el escritor ni se hablan ni se han encontrado", dice este aplicado lector de las sagradas escrituras que no lee ni novela de intriga ni ciencia ficción.
Traducido a un veintena de idiomas, escritor de la década para el 'Corriere della Sera' y en poder de premios como 'France Culture', 'Laure Bataillon' o 'Petrarca', fue De Luca "un pésimo estudiante de griego y latín que se aplicaba mucho y no aprendía nada". A pesar de esta "pésima relación calidad precio" aprendió de forma autodidactayiddish y hebreo para disfrutar de la Biblia. "La Biblia no es literatura. La literatura siempre quiere convencer, conquistar y cautivar al lector, meterlo en la historia e identificarlo con un personaje, pero la escritura sagrada pasa del lector", sostiene.