Del pisito al adosado
Los ahorradores del ladrillo tienen el estómago como un nudo marinero ante el incierto futuro de su patrimonio
Actualizado: GuardarY después qué? Esa es la duda que ha convertido el estómago de muchos propietarios en un nudo marinero. ¿Qué valor conservará su inversión de cemento y hormigón cuando el huracán de la crisis deje paso a la calma de la recuperación económica? Cientos de miles de apartamentos de todos los tamaños, colores, huecos, se amontonan en los sótanos de la banca española acumulando polvo sobre sus tejados sin estrenar. Y Rajoy les ha ordenado que no sigan esperando tiempos mejores y los saquen a la venta ya. Si los consejos de administración acaban por cumplir a regañadientes las recomendaciones del presidente un tsunami de pisos, pisitos , adosados y dúplex inundará el mercado y la historia puede acabar con un ahogamiento masivo por una sobredosis de ladrillo en vena.
La inundación del mercado inmobiliario, rotos los diques que sujetan el stock de viviendas tras los muros de bancos y cajas o en el bolsillo de los negociantes que se lanzaron a la especulación en el momento álgido de la burbuja, puede ser antológica. Bastantes expertos creen que podemos estar ante el cierre de un ciclo de la historia económica de este país cuyo alumbramiento retrató con tanta maestría Marco Ferreri en: 'El pisito'. Rodolfo, Petrita y doña Martina componían el trío que constituyó una historia de amor, embrollo, ambición y farsa que retrataba al modo neorrealista aquella España del desarrollismo incipiente cuyo teatro de los sueños era una vivienda en propiedad.
Otra cinta legendaria como 'El Verdugo' también hizo girar una historia de garrotes, funcionarios y franquismo sociológico en torno al pisito ambicionado. De entonces a esta primera década del siglo XXI el ansia de vivienda propia se constituyó en uno de los motores más poderosos de la economía nacional. Con sus altibajos y sus ciclos se construyeron las grandes urbanizaciones, las horribles torres periféricas, las viviendas protegidas a precio de apartamento en Saint Tropez y al estilo de un sistema piramidal, los que estaban dentro del negocio siempre ganaban (vendían más caro) mientras por la base de la pirámide siguieran entrando largas colas de aspirantes a propietarios. Hasta que se cortó el grifo. A los bancos y grandes inversores el agujero inmobiliario les dejará con la miel en los labios sin el pedazo de tarta que se pensaban merendar con suculentas plusvalías. Pero sus ejecutivos no dejarán de conciliar el sueño. Otra cosa son los cientos de miles de pequeños ahorradores, la sufrida, amplia y menguante clase media nacional que peseta a peseta, euro a euro, depositó su futuro, su plan de pensiones, su herencia para los hijos en las paredes de una casita. El futuro está por escribir pero no sería justo que al final paguen justos por pecadores o, lo que es lo mismo, ahorradores por especuladores.