AL MENOS, ORIGINALES
Actualizado:Que, en materia económica, Jerez de la Frontera es una ciudad que está hecha unos zorros, es algo de una evidencia que asusta. Por ello, creo conveniente no realizar mayores comentarios al respecto. La situación se palpa en las calles de la ciudad y, especialmente, entre los diversos colectivos que tienen problemas, tales como los trabajadores municipales, las empleadas de Acasa o los empleados del transporte urbano. Añadan a ello la escalofriante cifra de parados que tiene la ciudad: 34.189 personas a finales de febrero, que nos alzan al dudoso honor de ser número uno en esto de cifra de personas desempleadas.
Así que, con tales mimbres, no resulta extraño que se tejan estas cestas por lo que día sí, día no, nuestra ciudad acoge algún tipo de protesta, sin contar aquellas que poseen carácter permanente, tales como las diversas acampadas en distintos puntos de la ciudad.
Sin embargo, en todo este maremágnum, de vez en cuando surge una perla a la que conviene prestar atención. En la mañana del pasado jueves, los trabajadores del Sindicato Independiente de la Policía Local, celebraron una manifestación por las calles de la ciudad que adoptó hechuras de cofradía de penitencia.
Como quiera que tuve la oportunidad de contemplar el desfile procesional por calle Sevilla, supongo que de regreso a su sede no canónica, que imagino estaría situada en la carpa aledaña a las instalaciones del cuerpo policial, puedo ofrecerles mis primeras impresiones sobre dicho evento.
Respecto a la procesión, la misma adoptaba los cánones al uso. Todos sus integrantes llevaban idéntico atuendo que, huyendo del tradicional, compuesto por túnica, capa cíngulo y antifaz, se decantaba por una versión mas acorde a los tiempos que corren, y a la vez más humilde, compuesta por camiseta color amarillo y pantalones vaqueros. Respecto al cortejo, el mismo estaba formado por cruz de guía, cuerpo de nazarenos, paso de misterio con tres imágenes, Pedro Pacheco, Pilar Sánchez y María José García-Pelayo, resto del cortejo, diversos penitentes portando cruces de penitencia y, finalmente, la tradicional banda de cornetas y tambores que, para la ocasión, prescindía del primero de sus elementos.
Sin duda alguna, si tuviera que pronunciarme sobre sus pros y sus contras, a favor debo señalar que como método de protesta, original lo es como ninguno. Incluso visto desde fuera, resulta llamativo y de hecho concentraba las curiosas miradas de los muchos turistas que ese día se dirigían hacia la Escuela Andaluza del Arte Ecuestre. Es verdad que se echaban en falta muchos detalles de los cortejos tradicionales, tales como cirios, incensarios, estandartes, banderas, sin pecado, libro de regla, monaguillos y, por supuesto, la tradicional figura del aguador, al que no vi por ningún lado. Incluso, si alguna hermandad, por el problema que fuera, precisara costaleros para la próxima edición de la Semana Santa, que no dude en contactar con los miembros del SIP, pues la gallardía con la que esta cuadrilla realizaba las chicotas, era digna de encomio.
Pero este tipo de protesta tiene aspectos negativos. Es un modo de manifestarse que puede herir la sensibilidad de un gran número de jerezanos. Son muchos los que sienten la Semana Santa como algo muy especial, para los que este acto podría asimilarse con una especie de burla o herejía que realmente molesta. Amén de la odiosa comparación que supone alzar en un paso de misterio a nuestros tres últimos regidores municipales, cuando ese es un lugar que reservamos para la imagen de Nuestro Señor Jesucristo, así como de otros personajes presentes en su Pasión.
No obstante, frente a todo ello, observo algo muy positivo, gracias a las leyendas que lucían cada uno de los personajes que iban sobre el paso. Mientras que a Pedro Pacheco y a Pilar Sánchez les colgaban el cartel de culpables, a la actual alcaldesa, María José García-Pelayo, simplemente la tachaban como incapaz.
Evidentemente como protesta vale, como resumen de las responsabilidades que cada uno debe asumir, la idea me pareció magnifica. Afortunadamente Jerez es diferente y no somos Grecia, por lo que bueno será dejar funcionar la imaginación para que las protestas no se limiten a cortar calles, dar voces, insultar, hacer ruido o, llegado el caso, destrozar mobiliario urbano.