El biznieto del vizconde se queda fuera de juego
La mala relación con el vestuario precipita la salida del Chelsea del 'noble' Villas-Boas
MADRIDActualizado:Quiso ser el nuevo Mourinho, pero André Villas-Boas pasará a la historia del Chelsea como el gran 'bluff'. En el verano pasado, los 'bleus' pagaron al Oporto más de 15 millones de euros por un técnico de 33 años que acababa de ganar con su equipo la Liga Portuguesa y la Liga Europa. De buen ver, elegante, políglota, Villas-Boas era la viva imagen del triunfo. Apenas diez meses después, sin embargo, se asocia con el fracaso. Miembro de una familia de nobles portugueses, paradójicamente ha sido su falta de diplomacia la que ha precipitado su salida del Chelsea.
El extécnico del Chelsea posee un árbol genealógico de lo más florido. Su tatarabuelo fue José Joaquim Villas-Boas (1825-1906), el barón de Paco de Vieria, juez del Tribunal Supremo de Portugal y gobernador civil de Braga. Su hijo, el bisabuelo de André, se llamaba José Gerardo y se convirtió en el primer vizconde de Guidhomil. El abuelo del entrenador era otro hombre con inquietudes, Gonçalo, que ligó por primera vez a los Villas-Boas con el Reino Unido al casarse con Margaret Neville Kendall, miembro de una familia británica que residía en Oporto, donde se dedicaban a la industria del vino. El hermano de Margaret, Douglas, fue un héroe británico de la Segunda Guerra Mundial.
Con este linaje no resulta extraño pensar que André se educara en los centros más elitistas de Oporto. Acudió al colegio inglés de la ciudad (habla este idioma desde niño), donde se aficionó al cricket, al polo y al tenis. Pero, sobre todo, se enamoró del fútbol, deporte del que se convirtió en un obseso. Tanto que con 16 años no dudó en convencer a Bobby Robson (entonces entrenador del Oporto y vecino de la casa familiar) de que pusiera en el campo a su jugador favorito, Paciencia. A Robson le encantó el desparpajo, pero también la buena educación y la fe ciega en sus posibilidades, de aquel crío, y lo fichó como 'espía'.
Su carrera fue meteórica. Con 21 años se convirtió en seleccionador nacional de las Islas Vírgenes Británicas, luego dirigió al Academica y al Oporto, y acabó llegando al Chelsea con todas las bendiciones. Además, durante su presentación, supo meterse en el bolsillo a la afición con una frase: "Tengo la nariz grande, el pelo rojo y me gusta el vino. Tengo mucho de inglés". Y, sin embargo, al noble portugués le faltó diplomacia para ganarse de verdad a los hinchas, al magnate del club (el multimillonario Abramovich) y a la Federación Inglesa. Sus continuas críticas a los árbitros, sus enfrentamientos con los pesos pesados del vestuario y sus desplantes a la directiva minaron muy rápido la estela de 'divinidad' que se había labrado Villas-Boas. "Si por lo menos hubiera ganado partidos…", decía un hombre cercano a Abramovich. Pero no, Villas-Boas perdió muchos partidos, así que durante un rato, el pasado domingo, el noble supo qué siente un mortal. El pasado domingo, el biznieto del vizconde se quedó en la calle.