POLÉMICA LINGÜÍSTICA

Sin morderse la lengua

Asegura que si se aplicaran las directrices sería "imposible" hablar porque no están adaptadas al lenguaje común

MADRID Actualizado: Guardar
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El Diccionario de la Real Academia Española (DRAE) es para muchos un memorial de agravios. Asociaciones de pacientes, organizaciones feministas, partidos políticos y militantes homosexuales se declaran humillados y ofendidos por el libro. Una de dos: o los españoles se han vuelto muy picajosos o las mentes de los lexicógrafos de la RAE están pobladas de intenciones aviesas. El secretario de la institución, Darío Villanueva, no aprecia beligerancia contra la obra y subraya que «es absurdo pensar en un diccionario que esté censurado».

Homófobo, racista, reaccionario, irrespetuoso. Son algunos de las invectivas dirigidas al diccionario. La RAE soporta tantas presiones de grupos y minorías que se sienten zaheridos por algunas acepciones que la organización ha creado una unidad para recoger las propuestas de los hablantes. En algunos casos las sugerencias prosperan y se corrigen las definiciones; en otros, los expertos de la RAE no se avienen a la enmienda porque un diccionario no está para acomodar el idioma a la dictadura de lo políticamente correcto. «El DRAE recoge las palabras que sirven para requebrar, elogiar, enamorar, pero también para insultar, ser injustos, canallas y arbitrarios», asegura Villanueva.

Si no hace mucho se reprobaba al diccionario por pacato en la recogida de vocablos que concernían al campo semántico de lo sexual o que eran improperios, ahora se le afea pecar por exceso. La pudibundez se ha acabado y los académicos apuestan por registrar el vocabulario sin restricciones. Como dice el portavoz de la RAE, «el diccionario no inventa el idioma, lo recoge».

Pederastía y homosexualidad

Sin negar esta premisa, el lingüista y catedrático de la Universidad de Alicante Félix Rodríguez, autor del 'Diccionario gay-lésbico' (Gredos), sostiene que el DRAE rezuma homofobia cuando «se equipara pederastia y homosexualidad». «El castellano académico sigue siendo (aunque cada vez menos) una lengua sexista, machista y homófoba en la medida que sus hablantes lo son, pues la lengua siempre es un reflejo de la sociedad».

A Santos Félix, presidente de la asociación de gais y lesbianas Casal Lambda, le ofende la presencia de términos como 'bujarrón', 'maricón' o 'sarasa', y argumenta que la RAE debería señalar estas palabras con una mención a su carácter despectivo. Una idea que Villanueva no tiene inconveniente en asumir, aunque precisa que la palabra 'maricón' ya está indicada con la marca 'vulgar'.

El fuego de esta polémica se ha avivado con un informe del académico Ignacio Bosque titulado 'Sexismo lingüístico y visibilidad de la mujer' que crítica con dureza a nueve guías de lenguaje no sexista elaboradas por comunidades autónomas, universidades y organizaciones sindicales. Guías que proponen decir «la ciudadanía» en lugar de «los ciudadanos», «el profesorado» en vez de «los profesores», sustituir «becarios» por «personas becarias», o «parados» por «personas sin trabajo» para designar así a colectivos integrados por hombres y mujeres. «No parecen admitir que una profesional de la judicatura puede elegir entre ser juez o jueza», critica Ignacio Bosque. «Si se aplicaran las directrices propuestas en las guías de lenguaje no sexista en sus términos más estrictos, no se podría hablar», apunta el académico, cuyo informe fue respaldado por el pleno de la RAE celebrado el pasado jueves.

«El uso genérico del masculino para designar los dos sexos está muy asentado en el sistema gramatical español» recuerda Bosque, para quien carece de sentido «forzar las estructuras lingüísticas». «No es preciso, desde luego, ser lexicógrafo para intuir que la niñez no equivale a los niños», sostiene.

Las feministas lamentan, con todo, que el diccionario esté trufado de machismo. No en vano, 'coñazo' es sinónimo de «insoportable» y 'cojonudo' de «estupendo y magnífico.» Lo mismo ocurre con 'zorro' (astuto) y 'zorra' (prostituta). «El diccionario no avala, consagra, aplaude ni felicita a los que utilizan esa palabra, simplemente la registra», argumenta Villanueva.

'Autismo'

A la Academia no le duelen prendas si debe corregir una acepción errónea. Lo ha hecho recientemente con 'autismo'. «La vieja definición introducía una vinculación con la esquizofrenia en términos muy poco discriminados y sutiles», explica el secretario de la RAE.

Sara Giménez, responsable del área de Igualdad de la Fundación Secretariado Gitano, piensa que mantener el significado de gitano como adjetivo coloquial para aludir al «que estafa u obra con engaño» denota «un prejuicio clarísimo hacia una minoría étnica y tiende a identificar a la comunidad gitana con hechos negativos». No cree Giménez que el idioma sea un instrumento de cambio de las mentalidades. «Para lograr una sociedad más igualitaria deberíamos cuidar mucho más nuestro lenguaje». Hay que decir que por delante de esta acepción desfavorable hay esta otra para 'gitana': «Que tiene gracia y arte para ganarse las voluntades de otros. Usado más como elogio, y especialmente referido a una mujer».

Félix Rodríguez opina que la RAE conserva resabios del «vetusto» 'Diccionario de Autoridades', publicado entre 1726 y 1739. «Es heredera de una tradición cultural, y su diccionario, al no ser de nueva planta, ha continuado incluyendo palabras y definiciones que en ciertos casos han devenido obsoletas», sostiene. El lingüista no discrepa del todo de Villanueva, pero apunta que el lenguaje moldea el pensamiento y, en consecuencia, los redactores del DRAE deben actuar con tino y mesura y regirse por «cierta asepsia».

Los nacionalistas y regionalistas pueden ver en el diccionario una fuente inagotable de insultos. Una 'alicantina' es «treta, astucia o malicia». Aunque más ultrajado puede sentirse el gallego, gentilicio con que se designa en El Salvador a la personas que es tartamuda.