TORRES

Torres más grandes han caído», como dice el dicho, y nunca mejor dicho. Si utilizamos las metáforas ajedrecísticas podríamos hablar de un enroque como dios manda, o mejor, como Nóos manda. En esta partida, el rey, interpretado por el famélico Urdangarín, con una maestría propia de Karpov, se ha enrocado. Se ha protegido con la torre, en este caso, con el Torres de turno. En términos futbolísticos se dirá que ha echado balones fuera. No sé qué pensarán ustedes, pero yo creo que esto de parapetarse detrás de otros y echarles la culpa de todo está siendo una constante en los últimos escándalos. Es más, con toda la jurisprudencia que hay ya, deberíamos estar hablando de un síndrome cuando menos, o de un fenómeno: el fenómeno Torres, por ejemplo: «Dícese de un movimiento de escapismo por el cual, el protagonista de un supuesto delito culpa a su socio de todas las irregularidades que han puesto en entredicho su honor». Y así, los personajes secundarios emergen de su anonimato y se convierten en los auténticos villanos, siempre que el juez quiera, por supuesto. A mí me surgen muchas dudas, las mismas que a usted. ¿A estos 'Torres', a los que se les responsabiliza de todos los males, no se les ve venir? No es fácil tragarnos la rueda de molino que nos sirve Iñaki. Ampararse en la santa inocencia es un ejercicio lícito, pero difícil de defender. Que digo yo, sin tener demasiado conocimiento del funcionamiento de organizaciones de este tipo, que si existe una irregularidad se podrá detectar antes de que intervenga la prensa y la justicia. ¿No se lleva contabilidad en esos negocios? Ya es casualidad que todos se sientan engañados justo cuando están ante el juez. Y ya para iniciados o amantes del cine de intriga: ¿Será Torres el cabeza de turco de esta historia? ¿Habrá negociado su decapitación por un módico precio para salvar el pellejo del duque? Todo puede ser y nada nos extrañaría. De todas formas, si tiene usted una sociedad sin ánimo de lucro, vaya buscando su Torres por si las moscas. Pasen buen día.