PAN Y CIRCO

NUESTRA LIGA

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La bipolarización a la que Madrid y Barça somenten a la Liga española es un hecho irrefutable y con el que habrá que convivir hasta que un asteroide destruya la Tierra. Nunca más volveremos a ver a otro equipo ganarla. Esa clase media que forman Valencia, Atlético, Sevilla y Athletic se tendrá que conformar con los restos del pastel; porción que endulzará sus presupuestos con un vale para poder disputar una competición europea. De ese segundo pelotón de ilustres se nos ha caído el Villarreal, que de tutearse con los históricos del fútbol continental ha pasado a codearse con el fantasma del descenso. Otros, como el Málaga, pretenden ocupar su sillón, pero en el caso de los 'boquerones' habrá que ver hasta cuándo dan de sí el arsenal de petrodolares del jeque y su paciencia por construir un proyecto a imagen y semejanza del que otros paisanos están edificando en las islas británicas. Tendrán que reconocerme que con tanto dominio aplastante de culés y merengues nuestra competición ha perdido algo de encanto, puesto que el factor sorpresa se limita a un batacazo de los dos grandes en el terreno más inesperado. Y demos gracias a que Florentino tiene un talonario bastante estirado que si no el monólogo barcelonista hubiera sido eterno. Así que se plantean dos debates. Uno ocupa y preocupa a toda la península y es cómo explicar que el mejor equipo de la historia sume diez puntos menos que la plantilla del eterno cabreado Mourinho. El otro es más de andar por casa y se vive con la intensidad que le quiera otorgar cada afición: lo bien que le ha venido Bielsa al Athletic; ver a Del Nido en sus horas más bajas; cómo se puede ser tan carajote para intentar parar un cochazo con una pierna y qué pinta Clemente en el Sporting. Pero a mí, lo que de verdad me deprime es no poder comprarme un Ferrari como el de Ozil, que tampoco es que el chico sea un portento.