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JOSÉ JAVIER ESPARZA
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Cuantas más cosas se filtran sobre la auditoría a RTVE en 2010, más crece la perplejidad del paisanaje. Dato de esta misma semana: TVE pagaba al tenista Rafa Nadal un millón (1.000.000) de euros por tener en primicia sus declaraciones al final de cada partido de Copa Davis y Roland Garros. Nadal es un muchacho estupendo y todos le queremos mucho, y hace bien en ganar dinero ahora que puede, pero la largueza de TVE resulta un poco excesiva, ¿no? Hace pocos días comparecía en las Cortes el ministro de Hacienda, Montoro, para hablar de los problemas económicos de la Pública y del recorte de 204 millones de euros que el Gobierno va a aplicar en sus cuentas. A la oposición no le ha gustado nada la propuesta. Las palabras del portavoz socialista, que se llama Juan Luis Gordo, son elocuentes: «¿Qué van a hacer para garantizar el servicio público? ¿Van a volver a la publicidad? ¿Un canon para los ciudadanos? ¿Van a despedir a media plantilla usando su reforma laboral o bien va a matar a la televisión pública?». Cordial, ¿eh? Hombre, vamos a ver: hace falta tener la cara muy dura para gastarse todo el dinero de la hucha, endeudarse hasta el día del juicio final y, encima, criticar al que recibe la herencia. Montoro le ha contestado que lo primero para salvaguardar el carácter de servicio público de RTVE es presentar unas cuentas claras y transparentes. Tiene razón: es bastante obsceno eso de abanderar el servicio público con dinero ajeno y gastárselo sin rendir cuentas. Montoro no tiene ni idea de televisión, pero precisamente el problema de RTVE es que la televisión ya es aquí lo que menos importa. Lo último (o penúltimo, más bien) que hemos sabido es que los directivos de la Pública cobran más que los de la privada. Si todo el sector público funcionara con ese criterio, el Estado en su conjunto quebraría en veinticuatro horas. Para el próximo viernes está prevista la comparecencia en el Congreso del presidente de turno de RTVE, José Manuel Silva, que tendrá que exponer los planes del ruinoso paquebote para los meses que entran. Miedo da pensarlo.