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Opinion

El drama del dracma es también nuestro drama

FERNANDO SICRE
ABOGADOActualizado:

La caída del mundo micénico en 1200 a. C. abre el camino a la denominada 'época oscura', que parece extenderse hasta nuestros días, en la que la oscuridad se ha convertido en tinieblas. En aquel entonces, aparece el concepto 'oeconomicus', en el diálogo de Jenofontes. Término vagamente descriptivo para el análisis de las transacciones económicas, más allá de las propias del oikos, donde el hogar y la economía agraria tienen su punto de encuentro. Con el tiempo, ya en plena época de esplendor de Atenas, los filósofos generalizaron la noción de lo económico, a las transacciones comerciales. Tiempo les ha dado a los griegos para adquirir destreza en el mundo de los negocios y de las empresas. Quizás tanto tiempo ha sido un lastre y no una ventaja. Pobres griegos. Pero al unísono, pillos griegos. Un pueblo de raigambre tan antigua, termina sabiendo más que los ratones colorados. No sólo se han engañado así mismo, también a los mercados, que parecían estar en la inopia. Ahora, sin aptitud ni actitud, arrastran a toda Europa al abismo económico y político. Un endeudamiento público del 180% de su PIB, un déficit publico del 15% el año pasado y una bajada del PIB del 4,5%, esas son sus credenciales. Simplemente, Grecia no puede pagar sus intereses a corto plazo, que alcanzan el 100% del PIB. El problema de tener más deuda de la que uno puede pagar, es que alguien tiene que asumirla. Les ha tocado a los que confiaron en Grecia, pensando que bajo el amparo del euro, era siempre una inversión segura. Los bancos alemanes y franceses son los más expuestos. Europa ya no es lo que era, al menos desde el punto de vista económico. El euro no es una tabla de salvación segura. Una gran parte de países de la zona euro han mostrado conductas tramposas para mantener el estado del bienestar, auspiciando un déficit público imposible de mantener, ya que la deuda termina colapsando los países.

¿Qué es lo que pasa? ¿Tiene arreglo todo esto? ¿El euro fue una decisión precipitada? Vayamos por partes. Dos países tan distintos como Grecia y Alemania, en lo económico, en lo político y en las costumbres como pueblos, difícilmente pueden funcionar con una misma moneda. Hace seis años, Charles Dumas escribía el libro 'Las fracturas de la globalización' y en él se vaticinaba que el euro se rompería comenzando por Grecia. Si Grecia sigue en el euro no tiene posibilidad de crecer y si no lo hace nunca podrá saldar sus deudas. Si no se adoptan soluciones extraordinarias con el país heleno, Portugal es el próximo y con éste, la banca española tiene el más alto nivel de exposición, lo que llevaría a nuestro sistema bancario al desastre. Un dato, la deuda no financiera de las empresas portuguesas, supera dieciséis veces los beneficios de éstas. Ese y no otro es el gran problema. En el fondo es el mismo problema que muestra España. La solución, a priori tres posibilidades. La integración de los diecisiete países que conforma la zona euro en uno solo, la llamada deflación interna y la salida del euro. Quizás, la realidad imponga situaciones intermedias. Sólo tenemos que analizar, ciertos hechos de la historia económica reciente y adaptarlos a la situación actual. Posiblemente la simbiosis de las dos primeras opciones sea lo más recomendable. De esa forma y siguiendo al profesor McKinnon, la conversión en 1789 de todas las monedas de los diferentes Estados que conformaron los EE.UU. en el dólar como moneda única, a lo que siguió un año después la emisión de bonos federales, que reemplazaron los emitidos con anterioridad por cada uno de los diferentes Estados. Trasladando esto al contexto europeo, significaría, que hechas las necesarias reformas en cada Estado para ganar en competitividad, ya que los países de la eurozona se han beneficiado de lo que algunos han llamado 'ilusión de prosperidad', sobre la base de bajos tipos de interés y estabilidad financiera asociada al euro, sin hacer todos ellos, los necesarios esfuerzos de consolidación fiscal y convergencia económica necesarios para formar parte de un territorio con moneda única. De ahí que no quede otra opción que la cesión de soberanía a la UE y así poder corregir las contradicciones y debilidades creadas por el sistema que ha funcionado hasta la fecha, consecuencia de un defectuoso diseño desde su origen. La consecuencia inmediata de este planteamiento, sería la emisión de eurobonos a los que se opone Alemania en la actualidad. Oposición que quedaría injustificada y traería el sosiego a los mercados de deuda. Para España la solución sería trascendente.

Pero Grecia es un caso particular y mucho más complicado, a pesar de la incidencia en el PIB de la eurozona, que sólo representa un 2,5%. La solución más convincente pasa por la presencia en Grecia del dracma y el euro a la vez. Históricamente existen ejemplos de circulación en un mismo país de dos monedas al unísono, pero con una condición, el cambio entre las dos debe fluctuar libremente. Ello permitiría la necesaria devaluación externa (de su propia moneda), ganado directamente en competitividad, ya que los costes de producción y de prestación de servicios se determinarían en dracmas, moneda potencialmente devaluable por ser moneda propia y por lo tanto sujeta a la soberanía griega. La deuda existente se cuantificaría en euros, pero sobre la misma va operar una quita del 70%, posibilitando que la nueva, la que se emita a partir de la circulación del dracma, se emita en una u otra moneda. Es la teoría esgrimida recientemente por los profesores Swartz, Cabrillo y Castañeda y creo que sería bueno considerarla.

No nos engañemos, las reformas operadas en España en el último mes, son las únicas viables y que la UE puede aceptar (quizás literalmente impuestas), por nuestro bien y el del resto. Hemos descrito como la utilización adecuada de las tres alternativas de solución, pueden condicionar positivamente el futuro de todos y también el nuestro. Ayer, quien tenía que estar en su 'puta casa', se echó a la 'puta calle' enarbolando una bandera, de la que no llego a entender la representación de su simbología, que no sea seguir con su bicoca y 181.000 euros para empezar a hablar. En España, los costes de producción y los precios son demasiado altos, lo que lastra el crecimiento. Mientras esto no sea asumido por los que no se plantean 'dilema moral' en cobrar esas cantidades de las Cajas de Ahorro, sin aportar valor añadido con su presencia, este país no tiene solución.