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El deseado oro negro vuelve a bañar el país

M. AYESTARAN
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En la nueva Libia ha sido más fácil volver a bombear petróleo que poner en marcha el sistema político. Mientras el Consejo Nacional Transitorio (CNT) lucha contrarreloj para combatir el desencanto popular -la última medida de impacto ha sido la entrega de un cheque de unos 1.200 euros al cambio por familia con motivo del aniversario de la revolución-, la producción de crudo del país está ya casi a los niveles anteriores al levantamiento contra Muamar Gadafi. «Saben que es su fuente subsistencia y por eso no han perdido un minuto. Por otro lado, las instalaciones no sufrieron daños importantes durante los combates», confiesa una experta del sector que ha viajado recientemente a una planta del sur del país en la que «he visto aún mayor seguridad que durante la dictadura».

Fuentes diplomáticas consultadas en Trípoli aseguran que la producción petrolera se sitúa en torno al 80% de su capacidad, con 1.300.000 barriles diarios, muy cerca ya de los 1.750.000 barriles que se extraían antes de que estallara la revuelta. Las grandes empresas tienen subrayado en rojo el mes de junio ya que las autoridades provisionales han anunciado que después de las elecciones podrán revisar los contratos con las compañías extranjeras.

Francia y Estados Unidos podrían mejorar su posición en el mercado gracias a su apoyo total a la causa revolucionaria, mientras que Italia podría perder la posición preferencial que ocupaba en las últimas décadas. España está representada en el mapa petrolero libio por Repsol, que aspira a estar operativo al cien por cien al final del presente 2012. La falta de seguridad y la inestabilidad política son las principales amenazas para este sector, así como para el resto de la vida económica del país.