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RAJOY DEJA EL PP EN MANOS DE COSPEDAL
La única novedad en el Congreso fue el ascenso del extremeño Floriano a la Vicesecretaría de Organización y Electoral La secretaria general asume todo el control del partido al evitar la presencia de ministros en el núcleo duro de la dirección
Actualizado: GuardarMariano Rajoy convirtió ayer a María Dolores de Cospedal en la vencedora indiscutible del XVII Congreso Nacional del PP. El presidente de los populares entregó todo el control del partido a su secretaria general, que logró dejar fuera del núcleo duro a la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y al resto de ministros.
Cospedal, pese al soterrado debate interno, también frenó la posibilidad de recuperar la figura del coordinador general, que instauró José María Aznar en 1996 para permitir que Francisco Álvarez Cascos compaginará la secretaria general del PP con la Vicepresidencia del Gobierno. Es más, ha prescindido hasta de la figura del portavoz del partido, cargo que desempeñaba Esteban González-Pons desde el congreso de Valencia en 2008.
Cospedal se convierte así en la única intermediaria entre el partido y el Gobierno, lo que le otorga un poder político añadido. Javier Arenas, tras la salida de Ana Mato de la dirección, ejercerá en solitario el papel de contrapoder de la presidenta de Castilla-La Mancha. Arenas seguirá al frente de la Vicesecretaria de Política Territorial, aunque puede tener un mandato efímero. Arenas puede ser dentro de un mes el próximo presidente de la Junta de Andalucía, con lo que su presencia en la sede nacional del PP sería casi testimonial.
Rajoy, poco amigo de las jugadas arriesgadas, era consciente de que su decidida apuesta por Cospedal, que marca un punto de inflexión en la correlación de fuerzas en la familia popular, y su elección de miembros del comité ejecutivo nacional, iba a provocar cierto malestar en una organización que vive una intensa luna de miel con el líder que ha llevado al partido a la máxima cota de poder de su historia.
El líder incontestado del PP, antes de comenzar a leer el nombre de los elegidos, se saltó su propio guión y confesó ante los más de tres mil compromisarios: «Esto es muy difícil, he intentado acertar, seguro que he cometido aciertos y errores, pero he intentado no hacer daño a nadie», expuso en lo que pareció una especie de mensaje cifrado con destinatario desconocido.
Y convenció, porque logró el 97,44% de los votos. Un respaldo que supera en más de ocho puntos al que obtuvo en Valencia hace cuatro años.
En un cónclave tan previsible y con tan poco en juego, lo único novedoso fue el ascenso de Carlos Floriano a la Secretaría de Organización y Electoral. Floriano pasa de ser el segundo de González-Pons en la Vicesecretaria de Comunicación a sustituir a Ana Mato en uno de los puestos claves de la organización. González-Pons, el único miembro del anterior comité de dirección al que Rajoy no hizo ministro, permanecerá en la cúpula del partido, pero como número cinco, al frente de la Vicesecretaria de Estudios y Programas.
La mano de Cospedal también ha mecido la cuna del comité ejecutivo nacional, donde ha logrado colocar a importantes colaboradores y aliados. Vicente Tirado, presidente del Parlamento de Castilla-La Mancha, será el nuevo secretario ejecutivo electoral y la presidenta del PP de Cataluña, Alicia Sánchez-Camacho, da el salto a la política nacional al convertirse en la nueva presidenta del Comité Electoral, donde releva al ministro Miguel Arias Cañete.
El número de secretarías ejecutivas se reduce para cumplir con el principio de austeridad que anunció el pasado lunes la propia Cospedal. En la de Política Local irrumpe Manuel Cobo, estrecho colaborador de Alberto Ruiz-Gallardón y exvicealcalde de Madrid. Curiosamente, Cobo fue suspendido de militancia por Cospedal en 2010 durante nueve meses por un incidente con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre.
El equipo se podría definir, en síntesis, como continuista, al menos en la esencia, porque Rajoy dejó claro que «podrán cambiar las personas, pero no las políticas».
La nueva cúpula popular sí saca a la superficie las tensiones entre Cospedal y Arenas por mantener la hegemonía en las plantas nobles de calle Génova. Sin hablar de enfrentamiento directo, lo cierto es que hay detalles muy significativos de que la frialdad se ha instalado en la relación entre ambos pesos pesados. Por ejemplo, Cospedal ha sido hasta el momento la única dirigente de la veintena que han intervenido en el plenario del congreso que no hizo referencia durante su discurso a la importante cita electoral que tiene Arenas el próximo 25 de marzo y, por lo tanto, la única también que no le deseó la victoria.
La nueva estructura del PP también deja en el aire un órgano interno que no aparece en los estatutos, pero que ha sido clave durante los ocho años de oposición, el comité de dirección. Se trata de las famosas reuniones de 'maitines' en la sede de la calle Génova, en las que Rajoy se reunía con la secretaria general, los vicesecretarios generales, los portavoces parlamentarios para marcar la agenda semanal del partido.
Aznar también renunció al comité de dirección cuando llegó a la Presidencia en 1996. Esas reuniones se trasladaron a la Moncloa. Si Rajoy copia este modelo Soraya Sáenz de Santamaría podría intervenir en el día a día del partido, sin necesidad de formar parte del comité ejecutivo ni de estar bajo la tutela de Cospedal
Unidad
Más allá de lecturas sobre vencedores y vencidos, con escasa repercusión fuera de las fronteras de la calle Génova, Mariano Rajoy realizó un discurso en el que reivindicó tanto la fuerza del PP como su propia forma de ser.
Insistió en que los españoles ya no esperan de los populares «quejas, denuncias, sugerencias ni promesas» sino soluciones. Un planteamiento que contrasta en cierta manera con la opinión de José María Aznar, que horas antes había aconsejado desde el atril a Rajoy que «explicara bien» la herencia recibida del Ejecutivo de José Luis Rodríguez Zapatero para que los actos del PP pudieran ser comprendidos. Aznar, por lo tanto, cree que sí es útil responsabilizar a los socialistas por la herencia dejada de medidas como la subida del IRPF. Rajoy, sin embargo, va por otros derroteros. «Lo que España espera de nosotros es que actuemos con decisión y prontitud», remachó.
Los populares aseguran que han aprendido de los errores, tanto de los propios como de los ajenos. En especial, de los que, a su juicio, cometió Zapatero al «vaciar» el PSOE para centrarse en el Ejecutivo.
El líder del PP argumentó que, pese a la cantidad de dirigentes del PP que han asumido en el último año tareas de gobiernos en los tres niveles de la administración «no nos pueden faltar manos para atender a nuestra organización, para cuidar nuestra casa». Recetó a los suyos «paciencia y humildad» a la hora de mantener la capacidad de comunicarse con la sociedad. «Y no de mala gana, sino convencido de las virtudes del diálogo», espetó.
El PP es hoy por hoy una balsa de aceite gracias sobre todo a las victorias electorales. Pese a ello, Rajoy alertó de que quiere un partido «unido en lo que pretende, en lo que acuerda y en lo que propone».
Durante su alocución, aplaudida a rabiar por sus fieles, reivindicó su propia forma de ser. Prometió que no se le iba a subir el cargo a la cabeza. «Podré cometer otros errores, pero, después de todo lo que me ha pasado, no corro ningún peligro de envanecimiento». La independencia, tanto la personal como la del PP, parece que es un asunto que obsesiona a Rajoy. Dejó claro que lo único que le interesa es seleccionar de manera adecuada las prioridades de España. «No por lo que presionan unos u otros, ni por lo que reclama la prensa, ni por el qué dirán, sino por las necesidades y la gravedad de los problemas».