Londres debilita al independentismo escocés con una tercera vía
Cameron, dispuesto a mejorar la autonomía de Escocia en caso de que la separación de Reino Unido sea rechazada en el referéndum anunciado por Salmond
LONDRES.Actualizado:El primer ministro británico, David Cameron, y el ministro principal de Escocia, Alex Salmond, celebraron ayer su primer encuentro para debatir sus divergencias sobre la celebración de un referéndum por la independencia, con ambas partes señalando que no habían avanzado hacia un acuerdo sobre la principal cuestión que las divide, el número de preguntas que incluiría la consulta popular.
El Gobierno británico presentó el 9 de enero un documento en el que proponía una negociación con el Ejecutivo escocés sobre los detalles del referéndum, que debe celebrarse, según Londres, mediante una ley que debe aprobar el Parlamento de Westminster, con competencias exclusivas sobre asuntos relacionados con la unidad constitucional del país.
En aquel documento, el Gobierno de coalición expresó sus preferencias sobre varias cuestiones menores y dos que parecían más sustanciales: la fecha de celebración de la consulta, que Cameron quiere lo más pronta posible, y la firme demanda de que el referéndum se celebre en torno a una pregunta a la que los escoceses puedan responder sí o no.
El 25 de enero, Alex Salmond, tras insistir en que debe celebrarse en otoño de 2014, presentó una pregunta sobre la independencia y abrió un proceso de consulta con fuerzas políticas, organizaciones sociales y particulares sobre la posibilidad de incluir otra pregunta sobre la opción de una 'autonomía máxima', similar en su estructura a la que tiene en la actualidad el País Vasco.
Londres dice que el referéndum no puede contener dos preguntas y lo argumenta señalando que en una consulta de ese tipo podría ocurrir que el 95% de la población marque la casilla del sí cuando se le pregunta si quiere la máxima autonomía, pero ganaría la independencia si el 51% de los votantes marca la casilla favorable a la ruptura de la unión.
Ayer, Cameron sorprendió a Salmond al señalar que está dispuesto a presentar el conjunto de cambios constitucionales que podría implementar en caso de que los escoceses rechazasen la independencia. El ministro principal escocés indicó que no puede interrumpir el diálogo ya iniciado en la región sobre la segunda pregunta y que el primer ministro británico ha de presentar públicamente su propuesta alternativa.
Cameron adelantó sus intenciones en un discurso que pronunció ayer en Edimburgo, antes de la reunión con Salmond, y posteriormente en una entrevista con la BBC. Si los escoceses dicen 'no' a la independencia, el primer ministro británico buscaría un consenso sobre la forma más adecuada para una autonomía aceptada por la inmensa mayoría.
Ni sí ni no
La iniciativa del líder conservador es potencialmente un golpe letal al independentismo escocés. Cameron expresó ayer su convicción de que la unión es positiva. Aceptó que los escoceses tienen derecho a independizarse de Reino Unido y subrayó que en caso de que eso ocurriera tendría consecuencias para el conjunto del país, para su posición en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la OTAN y en la UE.
Pero una y otra vez repitió que él no quiere la independencia, alejándose de los argumentos del emergente nacionalismo inglés que reflejan algunos sondeos, en los que una mayoría inglesa se manifiesta a favor de que los escoceses se separen. Cameron elogió la unión como una fuente de fuerza colectiva y de solidaridades internas, como la mejor manera de hacer frente a los retos económicos globales.
Pero, si sus argumentos de ayer intentan contrarrestar los expuestos por Alex Salmond en favor de un futuro económico mejor para la Escocia independiente, su iniciativa de articular un plan autonómico alternativo es el mejor instrumento aireado hasta ahora para incitar a la mayoría de escoceses a confirmar en un referéndum lo que dicen los sondeos, que quieren más poderes pero no quieren la separación.
Londres debe presentar ahora una propuesta de autonomía capaz de desmovilizar el empeño de sus partidarios en elaborar una segunda pregunta para evitar la separación. Si lo que publica es convincente, Alex Salmond tendría el reto mayúsculo de prolongar durante dos años un debate sobre la independencia a pesar de que las pasiones habrían sido amortiguadas por un horizonte más gris que el blanco o negro.