Al preso más antiguo de España ya le esperan un libro autobiográfico y una película. Sale de la cárcel con dos años de paro y 400 euros al mes
Actualizado:Esta crónica podía haber sido redactada hace muchos días, como aquellas necrológicas de los personajes famosos que se escribían en vida y se guardaban para cuando fallecieran. Después de los tres indultos conseguidos por Miguel Montes Neiro (Granada, 1950), considerado el preso más antiguo de España, solo faltaba poner el día y la hora de su salida de la cárcel. El día fue ayer y el momento, las doce menos veinte de la mañana. A esa hora, el ya exrecluso Montes, Montes a secas -como le conocían en la trena-, abandonaba la prisión granadina de Albolote entre vítores y aplausos de los que le esperaban. Era tal el revuelo, que el funcionario de la entrada pidió silencio y regañó a los familiares que le hacían fotos con el móvil. «Ha pasado muy mala noche, apenas ha dormido», explicaba el abogado que le ha llevado la causa, Félix Ángel Martín. Pero en la cara de Miguel no se reflejaba cansancio, sino emoción. Han sido, entre unas cosas y otras, más de 30 años de cárcel y 1.600 días fugado o perseguido por la Justicia. Más de la mitad de una vida que comenzó a torcerse cuando entró en un reformatorio con 12 años por clavar una flecha en el ojo a otro niño. Luego llegaron veintidós condenas, ninguna por delito de sangre, con seis fugas incluidas, la última en el funeral de su madre.
A las puertas de la cárcel, más de una treintena de cámaras de televisión y casi medio centenar de periodistas le esperaban. «¡Gracias a todos! Lo que me está pasando no se puede explicar con palabras. No estoy emocionado, estoy asustado. Estoy flipando». Miguel Montes no quiso soltar en ningún momento las manos de sus hijas Estrella (por la canción 'La Estrella', de Enrique Morente) y Angelines, de 16 y 14 años. «La cárcel es muy negativa y yo no soy una alimaña. Lo único que quiero a partir de ahora es vivir, que no es mucho pedir. Después de todo, me imagino que Dios ha dejado algo bueno para mí». No podía contenerse, eran los primeros pasos de la libertad.
Miguel Montes había prometido que saldría caminando de la cárcel «hasta no verla ni a lo lejos» y lo cumplió. Una ambulancia esperaba en la puerta por si necesitaba ayuda médica. Pero no hizo falta. Sus ganas de libertad pudieron con los desmayos y las bajadas de tensión inoportunas. Anduvo casi el kilómetro que separa la prisión de la carretera general sin dejar de responder a las preguntas de los informadores. «¿Que si echo algo de menos de la cárcel? Solo la toalla del Barça, que me la he olvidado». Con la voz entrecortada, insistía en que no era el momento de criticar a la Justicia: «Ya habrá tiempo, porque he tirado dos décadas en la cárcel por un delito que no he cometido». Ya no se sabe cuál. Luego encendió un cigarro, el primero que se fumaba en total libertad desde hace 36 años. «Si en la prisión se funden hasta las bombillas, ¿no nos vamos a fundir los que hemos estado aquí dentro».
Y empezó a hablar del futuro: «No me importa ser un parado más, pero me gustaría trabajar. Soy ceramista autodidacta, daré algunas clases de bellas artes, si puede ser, para acentuar los conocimientos que tengo. Y de eso quiero vivir, de eso y de lo que Dios me tenga reservado, porque yo no soy un bicho, los bichos están bajo tierra. Se me ha pasado la vida y todavía no la he vivido».
Allí estaba su hermana Encarnación, que tanto ha luchado por su libertad que hasta escribió al Rey para pedir clemencia. Ella, sus hijas y otros veinte familiares con los que se reunió en la cercana localidad de Alhendín, en el restaurante Juan de Milena. Allí pudo besar a tres sobrinos nietos a los que no conocía y que han nacido durante su cautiverio.
A bailar flamenco
Eran momentos de celebración y nadie quería mirar al pasado. Un improvisado cante flamenco y todos a bailar. Miguel aprovechó las cámaras para promocionar a una de sus sobrinas, aspirante a triunfar por soleás. «Esta nos quitará del paro a todos», sonreía Miguel, que solo piensa en «limpiar la leyenda negra» con la que carga. «Algunos creen que tengo el alma negra, pero negro no tengo nada en mi vida, ni siquiera el pelo, que ya es blanco». Y explicó que en la cárcel se ha hecho todo un campeón jugando a las damas. «No hay nadie que haya podido conmigo», presumió con orgullo. En el restaurante siguió la fiesta hasta que empezó el programa de Juan y Medio, que quería una conexión en directo para su espacio de televisión en Canal Sur. «¡Miguel, a ver si te busca una novia!», gritaban entre risas los comensales.
Miguel culminó la tarde con una siesta y una cena mucho más familiar y menos copiosa. «Estoy como en una nube. Mis hijas es lo único que me importa», se despedía.
Ahora le esperan un libro sobre sus andanzas y una oferta para una película, «aunque todo no lo contaré, no quiero hacer daño a nadie». La autobiografía la escribirá el periodista Antonio Izquierdo, que pasará un mes dedicado en cuerpo y alma a ese menester. «Además de relatar su vida, queremos que sea una especie de alegato contra el actual modelo de Justicia», precisó Izquierdo, que aunque no tiene aún título ni editorial definitiva, desea acabar el trabajo antes de que «la sociedad olvide lo que le ha pasado Miguel Montes Neiro». Mientras tanto, tendrá que conformarse con dos años de paro y 400 euros al mes. Y la libertad, claro.