IMPOSTORES
Actualizado:Las cosas no irían tan mal si no hubiera tanta gente mala. Son las conductas individuales, donde vale todo para contribuir económicamente al partido o a la formación política, más o menos deformada, las culpables. A nadie le salen las cuentas, pero ha llegado el momento de echarlas y hasta a las calaveras se les ponen los pelos de punta. Hemos vivido tiempos de impostura donde nadie o casi nadie era lo que parecía ser.
La máscara se ha confundido con lo que ocultaba bajo ella. La palabra proviene del árabe, según algunos etimologistas, de esos que se divierten discutiendo entre ellos. Ha derivado al actual vocablo 'majara' o 'majarón', en el sentido de chiflado o de bufón involuntario. ¿Estábamos locos todos cuando hubo altos cargos que se atribuyeron títulos que no le correspondían? Ahora la Moncloa acaba de descubrir que el secretario de Estado de la Seguridad Social, un tal señor Tomás Burgos, tiene formación universitaria en Medicina por la Universidad de Valladolid, pero no es médico, ya que nunca se licenció en Medicina.
«Llega a ser quien eres», exigía el eslogan griego, pero es mucho más fácil aparentar ser el que no se es. El gran don Pío Baroja usaba mucho la palabra 'mixtificar'. No en vano ha sido el último español sincero.
Jamás disimuló ni sus caprichos ni sus aversiones, que más que ojerizas eran tirrias. ¿Cuántos mixtificadores han pululado últimamente? Se han hecho pasar por lo que no eran multitud de personas que solo buscaban pasar por el aro político, que ha venido siendo nuestra gran argolla de las colocaciones. No creo que hayamos sido el país donde se ha dado la plusmarca de simuladores, ya que no los conozco a todos, pero estoy seguro de que hemos batido algún récord oficial, no homologado.
¿Cuántos palurdos se han disfrazado de amantes de su pueblo natal para obtener un puesto de concejal? A escala reducida, los que vivimos la mayor parte del tiempo que nos queda en un pueblo lo notamos mucho.