Serbios de Kosovo, durante la votación en Grabovac. :: AFP
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El Kosovo serbio no quiere ser Kosovo

Cuatro municipios del norte del país votan en un referéndum su rechazo al nuevo EstadoNingún organismo internacional apoya la consulta, pero los independentistas solo buscan el valor del gesto

ROMA. Actualizado: Guardar
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Los serbios del norte de Kosovo, unas 35.000 personas de cuatro municipios pegados a Serbia, uno de ellos Mitrovica, nunca han estado tan solos como ahora. La comunidad internacional ya sabía en 2008, cuando el Gobierno de Pristina proclamó su independencia de Belgrado, que esta pequeña porción de tierra, la concentración más homogénea de serbios entre un 90% de población albanesa, quedaría como un nuevo problema irresoluble del embrollo de Kosovo.

El nuevo Estado hasta ahora solo ha sido reconocido solo por 87 de los 193 miembros de la ONU. España y otros cuatro países de la UE, y potencias como China, Rusia e India, siguen sin hacerlo. Con estos serbios se optó por dejar que el tiempo acabara por aburrirles, pero era una asignatura pendiente de los Balcanes llamada a complicarse algún día. Empezó este verano con serios incidentes en los puestos fronterizos entre Kosovo y Serbia, que terminaron con el aislamiento total de la comarca de Mitrovica. Culminó ayer con un referéndum, que continúa hoy, en el que esta comunidad serbia decide si acepta o no la soberanía de Pristina. El resultado negativo se da por descontado, pero buscan el valor del gesto. Porque en realidad están solos.

Nadie reconoce la validez de la consulta. Ni el Ejecutivo de Kosovo, ni la UE y la OTAN, ni la ONU, pero ni siquiera Belgrado. Para Boris Tadic, el primer ministro serbio, la votación es un incordio cuando aspiran a obtener en marzo el estatus de país candidato a la UE. En diciembre precisamente la crisis de Kosovo retrasó la decisión. «El referéndum es perjudicial para los intereses de Serbia», ha declarado. La pregunta que aparece en las papeletas es: «¿Acepta las instituciones de la llamada República de Kosovo?». El resultado definitivo no llegará hasta el domingo. Según el comité organizador, ayer al mediodía habían votado casi 5.000 personas, el 21%.

La paradoja es que, mientras el viernes se cumplen cuatro años de la independencia de Kosovo, se celebra, a su vez, un referéndum de independencia del propio Kosovo. Y la situación es más enrevesada si se piensa que ni los serbios del norte están unidos, pues en uno de los cuatro pueblos, Leposavic, afín al ministro serbio para Kosovo Goran Bogdanovic, no están todos a favor del referéndum. Por no hablar de que, para el resto de los serbios desperdigados por el territorio albanés de Kosovo, núcleos aislados, la consulta es algo que no se pueden permitir. Ellos son más pragmáticos y trabajan por una convivencia sin sustos. Para terminar de complicar la cuestión, debe recordarse el ambiguo marco legal de la región. Como dice Gerard Gallucci, exrepresentante de la ONU en Mitrovica, «estos cuatro municipios están bajo el paraguas de la resolución 1244, fue el resto de Kosovo el que salió de ella». Aunque el Tribunal Internacional de Justicia dictaminó en 2010 que la independencia de Pristina fue legal.

El momento más surrealista de estos meses fue la llegada a Mitrovica del extravagante embajador ruso en Belgrado con un convoy humanitario, que incluía iconos religiosos donados por Putin y logró atravesar las aduanas cerradas. Fue una puesta en escena de la hermandad eslava y ortodoxa, dentro de la diplomacia por libre del Kremlin, pero en realidad la madre Rusia parece ser el último refugio de los serbios de Mitrovica. Moscú ha ofrecido incluso la nacionalidad a quien lo desee y, según diversas fuentes, hay ya 20.000 solicitudes. Cualquier cosa menos kosovar.

El contexto convierte a los vecinos de Mitrovica, Zvecan, Zubin Potok y Leposavic en una especie de cabezotas abandonados a su destino. Nunca han creído en la integración con la mayoría albanesa, además de no desearla, porque no les hacía falta. Piensan en un referéndum desde 2000, cuando se intuía en el horizonte la independencia de Kosovo.

Mitrovica es símbolo de esta comarca y del problema: está partida en dos por el río Ibar, con los serbios al norte y los albaneses al sur. Del puente para arriba es como estar en Serbia. De las matrículas de los coches a la moneda. Es posible porque de ahí hasta la frontera con la tierra madre son una veintena de kilómetros. Siempre han esperado como lo más lógico desgajarse de Kosovo y unirse a Serbia. El Gobierno de Kosovo ha mirado para otro lado, con una soberanía territorial diezmada, hasta que en julio decidió pasar a una nueva fase y tomar el control de sus fronteras en el lado norte. Es decir, creerse que es un país de verdad. Entonces saltó el frágil equilibrio mantenido hasta ahora.