El adiós de Sarkozy
El presidente francés anunciará hoy oficialmente su candidatura al Elíseo
MADRIDActualizado:El lector no debe interpretar el título de esta nota como una metáfora para sugerir la derrota de Sarkozy ante François Hollande en la próxima elección presidencial en Francia, sino como la literal descripción que el interesado hizo de su intento.
Solo hace un par de semanas Nicolas Paul Stéphane Sarkozy de Nagy-Bocsa, dijo que éste es el último round en el gran combate político de su vida: si gana lo dejará todo cuando termine su segunda presidencia, cuando él tendrá 62 años. Y si pierde se retirará ya.
Eso incluirá abandonar nada menos que la jefatura del gran partido del centro-derecha francés, la “Unión por un Movimiento Popular” fundada en 2002 para la reelección del presidente Chirac y cuya base fue, y sigue siendo en teoría, el gaullismo, cuyo último albacea titular explícito y militante fue el propio Jacques Chirac.
La batalla de los herederos
Sarkozy está al corriente de que, como en los Estados Unidos, aunque no de modo tan crudo, en Francia se considera como fracasado a un presidente que no consigue la reelección, una impresión dejada por los dos hombres que tras la creación de la V República dominaron el escenario con su fuerte personalidad y su talento, el general de Gaulle y François Mitterrand: diez años el primero y catorce el segundo.
Estos verdaderos emperadores republicanos, percibidos como tales con ayuda del tono muy presidencial y de autoridad de la Constitución ideada por el general para poner fin al desorden de la IV República, eran, desde luego, elegidos libremente y luego volaban solos en las alturas del Elíseo. Todo eso concluyó cuando Jacques Chirac decidió juiciosamente aceptar la demanda social de reducir el mandato a cinco años.
Sarkozy tenía 16 años cuando murió de Gaulle, podía haber sido su nieto y es, técnicamente, su heredero político. Pero los cambios sociales y de comportamientos lo desmienten de hecho: el gaullismo, y singularmente el llamado gaullismo social, murió con su fundador y sus herederos bastante hicieron con utilizar su peso y meterlo en el gran invento: la UMP. Sarkozy, cuya relación con Chirac fue un modelo de “amor-odio”, participó a fondo y con mérito en la operación y llegó a ser secretario general de la Unión además de ocupar carteras clave con Chirac, singularmente Hacienda e Interior. Ahí, entre 2005 y 2007 supo dotarse Sarkozy del apoyo preciso del aparato del partido para ser percibido como el candidato liberal-conservador.
Balance y anuncio
Su presidencia no podrá ser presentada como un fiasco. Ni siquiera en plena tempestad financiera y crisis económica porque en 2011 la economía francesa aún creció un 1,70 por ciento del PIB, un resultado honorable que ya querrían en otras latitudes. Y su hiperactividad diplomática en la tormenta, con su arriesgada opción de reforzar y protagonizar el eje franco-alemán, que dio en su día la sustancia política a la UE, es discutida, pero de ningún modo es un fracaso.
La canciller Merkel ha anunciado su disposición para acompañar a Sarkozy en algunos mítines en cuando la campaña se abra oficialmente, una decisión que la oposición socialista critica entre otras cosas recordando que el propio Sarkozy ha reconocido que el éxito primero de la economía alemana fuer la gestión del predecesor de Merkel, Gerhard Schroeder… un socialdemócrata.
Sarkozy habría querido mantenerse más tiempo au dessus de la melée, al margen del espeso arroyo pre-electoral, y seguir siendo más presidente que candidato partidario. Pero los hechos, siempre testarudos, se lo impiden y sus asesores impusieron adelantar su plan y anunciar hoy, con el expediente clásico del telediario de mayor audiencia, lo sabido: es aspirante a seguir y empieza la batalla, aunque falten más de dos meses para la primera vuelta, el 22 de abril.
A pie de calle
El candidato Sarkozy es unánimemente descrito como temible en ese terreno y reconocido como tal por sus adversarios socialistas. Se da por seguro que aunque sus asesores le recomendaban bajar ya al ruedo, la decisión es enteramente personal y conforme al temperamento del sujeto, poco dado a sentirse débil sin reaccionar.
El domingo, en Marsella, habrá un gigantesco mitin que será como el gran prólogo y el equipo de campaña, muy bien dotado de medios y de talentos (empezando por el de su jefa, la joven ministra Nathalie Kosziusko-Morizet, vástago de una dinastía de grandes servidores del Estado, como su recordado abuelo el embajador gaullista Jacques Kosciusko-Morizet) se dispone a dar una batalla frontal a pie de calle.
Es objetivamente cierto que la reelección está difícil, de creer la persistente ventaja final que los sondeos dan al aspirante socialista, François Hollande, pero el sistema de dos vueltas y la reordenación de fuerzas entre el 22 de abril y el seis de mayo será la clave en última instancia. La UMP parte perdedora y tiene delante todos los problemas imaginables para cambiar las cosas. Pero también un excelente candidato llamado Nicolas Sarkozy. Porque, ¿quién si no él?