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Una mujer observa 'La caída del ángel', una de las obras de Chagall expuestas en el museo Thyssen. :: AFP
Sociedad

Una sinfonía de color y libertad

Las salas del museo Thyssen y la fundación Caja Madrid reúnen casio doscientas piezas de las mejores pinacotecas del mundo El singular genio de Chagall brilla en su primera gran retrospectiva española

MIGUEL LORENCI
MADRID.Actualizado:

Atravesó el siglo XX sin que ninguno de los potentes ismos de una centuria portentosa se lo llevara por delante. Marc Chagall (Vitebsk, Bielorrusia, 1887-Sant-Paul-de-Vence, Francia, 1985) vivió casi cien años y logró que su estilo libérrimo, poético y colorista fuera único y reconocible. El pintor bielorruso, un mago del color, ejerció una libertad creativa al alcance de muy pocos y de la que da ahora da buena cuenta la muestra que el museo Thyssen-Bornemisza y la Fundación Caja Madrid acogen en sus salas. Es un sueño largamente anhelado por el actual conservador jefe del Thyssen, Guillermo Solana y su antecesor, Tomás Llorens. Veinte años después de los primeros pasos, el sueño de Chagall se materializa en España en la primera gran retrospectiva dedicada al pintor judío en nuestro país.

Vacas violinistas, cabras y caballos enamoradizos, y rabinos voladores, ángeles terrestres, gatos amigos de los gorriones, acróbatas, saltimbanquis o amantes ensimismados pueblan el singularísimo mundo de fábula que Chagall se empeño en hacer distinto a todos los que frecuentó. Un mundo «nuevo, insólito e irrepetible», según Solana, que encarna en su obra con absoluta premeditación. «No me gustaría ser como los otros; quiero ver un mundo nuevo», dijo el pintor en sus memorias, 'Mi vida', escritas con apenas 35 años, y cuando se disponía a regresar a la bohemia de Montparnasse en la que fraguó su leyenda.

Ismos en ebullición

La muestra reúne 169 obras, expuestas cronológicamente en dos partes: 'El camino de la poesía' (Thyssen) y 'El gran juego del color' (Caja Madrid). Casi todas son piezas excepcionales, cedidas por una veintena de grandes museos de todo el mundo, del MoMA y el Guggenheim de Nueva York al Pompidou de París. Incluye los cuatro excepcionales cuadros de Chagall que atesora el Thyssen. Un buen puñado de colecciones particulares han cedido piezas fundamentales, y la familia del artista ha contribuido con un generosísimo préstamo.

En aquel bullicioso París, capital del arte en la primera mitad de siglo XX, frecuentó Chagall a poetas y escritores como Max Jacob y Guillaume Apollinaire, Blaise Cendrars, o André Malraux, y a pintores como Soutine, Léger, Modigliani y Delanuy. Hervían el fauvismo, el surrealismo o el cubismo, pero Chagall solo se dejó contaminar parcialmente, construyendo su libérrima obra más allá de cualquier influencia. Logró que su fabuloso mundo onírico, poético, melancólico y siempre colorista no se pareciera a ningún otro. «Con él, la metáfora hizo su entrada triunfante en la pintura moderna» reconoció André Breton, padre del surrealismo.

Muchos veían en Chagall a un «pintor literario» y él amaba, en efecto, la literatura. Sobre todo el mensaje de libertad que contienen las palabras a las que él enriqueció con sus composiciones plenas de fantasía y color. Fue un maestro del color que alterna tonos que vibran con distintas intensidades para realzar los cuadros: sus azules, verdes, rojos o amarillos dan vida a los personajes, reales o fantásticos, que pueblan su particular universo de fábula. Un mundo en el que todo es posible y que no deja de sorprender al espectador.

Como su carácter volátil, que oscilaba entre la melancolía y la exaltación, las poéticas pinturas de Chagall pueden ser tristes o alegres, reflejar pasión, sensualidad, desencanto o una alegría desbordada que expresa con su rica paleta en una permanente sinfonía de colores. El mundo poético y diverso que alza en lienzos, grabados e ilustraciones hace su obra inconfundible. El comisario de la muestra y conservador de su legado como presidente del Comité Chagall, Jean-Louis Prat, lo define «como un poeta con alas de pintor».