Editorial

Garzón, causa prescrita

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El juez del Tribunal Supremo Manuel Marchena, instructor del proceso contra Baltasar Garzón por los patrocinios sospechosos de los cursos de Nueva York, decidió archivar la causa por supuesto cohecho impropio al haber detectado la fiscalía, que no reconocía la existencia de tal delito, que en todo caso éste habría prescrito al haber mediado más de tres años entre su comisión y la denuncia. Lo ocurrido produce extrañeza, ya que se había desplegado un potente aparato procesal para esclarecer los hechos supuestamente irregulares, y resulta curioso que el magistrado instructor no se percatara de que había transcurrido el plazo en que el presunto delito era perseguible. Algún malpensado podría llegar a suponer que lo ocurrido es que ya no merece la pena perseguir a quien fue el juez estrella de la judicatura cuando, tras la condena a inhabilitación en el caso de las escuchas ilegales, ya ha perdido la carrera y ha sido apartado definitivamente de su función. A veces, como en este caso, los avatares judiciales producen perplejidad en la opinión pública, y es entonces cuando se genera desafección hacia la Justicia en la ciudadanía.