cortan oreja

Solanilla y Fandiño en la quinta de temporada en Bogotá

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Seis toros de Santa Bárbara, muy serios de presentación, aplaudidos por su trapío de salida. De juego interesante, aunque muy complejo. Difícil de torear. Sólo rompieron primero y tercero, y el sexto se movió con dificultad. Segundo y cuarto imposibles y peligroso el quinto.

Diego Urdiales: un cuarto de espada y nueve descabellos (pitos tras dos avisos); y estocada en lo alto (palmas).

Iván Fandiño (confirmaba alternativa): un cuarto de espada y cuatro descabellos (saludo desde el tercio tras aviso); tres cuartos de espada (saludo desde el tercio); estocada (una oreja, en el toro de regalo).

Juan Solanilla: estocada desprendida (una oreja); tres cuartos desprendidos y tres descabellos (silencio).

Gran puyazo de Clovis Velásquez al quinto y sensacional par de banderillas de Wilson Chaparro a ese mismo toro.

Ver torear a Iván Fandiño es una invitación a la emoción. Ver torear al torero del país vasco es una auténtica intensidad. Porque su toreo, y la forma de jugarse la vida es precisamente así: unos instantes intensos.

Su toreo tuvo tres facetas, porque fueron tres los toros que lidió en su confirmación de alternativa en Bogotá. El primero, el capítulo que abrió la tarde fue extraordinario.

Supo aguantar y esperar a un toro que no prometía, en los primeros tercios, pero que en el final se entregó gracias a que la muleta poderosa y de mucha estética del torero, permitió el desarrollo de las mejores virtudes del de Santa Bárbara.

Fandiño se puso con verdad, adelantó su muleta, se lo trajo embebido en el engañó y lo condujo con admirable poderío, y lo acompañó con una expresión corporal admirable, clavando su mentón en el pecho, girando con la cintura rota, en muletazos largos y muy sabrosos, por la profundidad del toreo.

Con esa intensidad lidió por la derecha y al natural. En una faena rotunda, acaso la de mayor emoción de lo corrido de temporada. Y aunque intentó matar arriba, sus fallos con el descabello deslucieron tamaña obra.

El quinto fue un toro muy peligroso. No tenía un solo muletazo, y amenazaba con llamar a la tragedia. Fandiño le plantó cara, se la jugó y arrancó algunos muletazos imposibles. Fue ovacionado con intensidad.

Y por eso, cuando levantó su mano para regalar el sobrero, el público lo recibió con una ovación de esperanza. Y aunque ese toro se movió, se rajó pronto. Pero mientras aceptó la pelea, el torero vasco se lo pasó muy cerca, igual como había hecho con sus toros anteriores. La oreja que cortó fue un auténtico premio que reconocía a un torero que había brindado uno de los capítulos más intensos de la temporada.

Juan Solanilla tenía una cita clave. Con una corrida de corte difícil, que pondría prueba más que sus formas, que son agradables a la vista, su profundidad.

En su primero, Solanilla estuvo soberbio con el capote, en lances que reunieron un tercio bastante hermoso. Y con la muleta llegó esa prueba. Un toro que se rehusaba a embestir, aunque cuando lo hacía, tenía brotes de calidad.

Pero no era fácil convencerlo de eso, de que embistiera. Solanilla estuvo inteligente, probó todos los terrenos posibles, y consiguió lo que se advertía utópico: una faena ligada y con interés. Y en eso, pudo confiarse a tal punto que algunas series, además, tuvieron un fino trazo.

Tuvo la oportunidad de poner la plaza boca abajo si se hubiera decidido a darle el sexto muletazo por tanda. Pero prefirió buscar los remates que fueron lucidos, y a la postre muy efectivos. Una oreja sin discusión, un premio a un torero que quiso hacerlo todo muy bien, y consiguió superarse.

Con el sexto las cosas cambiaron. Un toro que tenía algo de mansedumbre, dificultaba las cosas, pero que tenía también posibilidades de entregarse. La faena tuvo buen planteamiento, pero los enganchones impidieron que la obra trascendiera.

Diego Urdiales se llevó el peor lote. Dos toros muy deslucidos y sin entrega. Hubo intentos del torero en el segundo de la tarde, pero su desespero en la suerte suprema lo llevaron a tomar caminos poco ortodoxos y fue pitado. En el cuarto, imposible, dio la sensación de que el torero arnedano tiene mayor capacidad que la que dejó en Bogotá.

No hubo puerta grande, pero sí capítulos de alto interés. Como la espectacular tarde de las cuadrillas, especialmente del picador Clovis Velásquez, con un puyazo de categoría al quinto, y Wilson Chaparro, con un par de banderillas de mucha exposición y de gran torería a ese mismo ejemplar.