Siria: se ahonda la crisis
Actualizado:La reforma laboral aprobada unilateralmente por el Gobierno, que representa una transformación del modelo que ha regido desde la Transición y que debilita la posición de los trabajadores actuales en beneficio de los más jóvenes sin empleo, ha sido recibida por los sindicatos con una calculada hostilidad, que, aunque abrupta, deja todavía algunas puertas abiertas. Los representantes de CC OO y UGT han reconocido en efecto que este 'desmantelamiento' del derecho del trabajo viene impuesto desde fuera, y su respuesta conjunta a las medidas aún no parece definitiva. Son conscientes de que la sociedad no está por el conflicto, están a la espera de entrevistarse mañana con el Gobierno y saben que el decreto-ley será tramitado como ley ordinaria, lo que puede dar lugar todavía a transacciones y acuerdos. En cualquier caso, su posición es difícil ya que cuando el anterior gobierno, socialista, llevó a cabo una reforma mucho más blanda que esta, convocaron una huelga general, que terminó por cierto en fracaso. Ahora, si se pronunciaran de nuevo por la confrontación, recibirían seguramente una respuesta aún más desairada.La reforma es compleja y desde luego contiene un recorte de derechos. Pero si se piensa que tan solo España, entre todos los países de la Unión, mantenía un despido improcedente de 45 días por año trabajado, se llegará probablemente a la conclusión de que el Gobierno ha aproximado nuestra legalidad laboral a la de nuestro entorno, es decir, a la de países con un Estado de bienestar aún más generoso que el nuestro. Si queremos competir en esos mercados, parece lógico el acercamiento. Los sindicatos son piezas clave en el sistema de relaciones laborales y en el conjunto de los equilibrios sociopolíticos del país, pero precisamente por ello es exigible que mantengan un discurso maduro y depurado y que no se dejen arrastrar por las viejas inercias. Todos sabemos, y el Gobierno el primero, que ninguna reforma creará por sí sola empleo, pero no puede ponerse en duda que la modernización del tejido productivo favorecerá el despegue cuando llegue la coyuntura favorable.
Cumpliendo un pronóstico unánime, el conflicto sirio empieza a mostrar una inquietante dimensión regional que incluye factores políticos (la división de la Liga Árabe), la rivalidad ruso-occidental en el área, la extensión a países vecinos (el sábado ya hubo enfrentamientos con víctimas en Líbano) y la presencia activa de factores confesionales. Por si faltaba algo, Al-Qaida se invita al festín. De creer informaciones oficiales norteamericanas citadas por prensa estadounidense, el terrible doble atentado del viernes (treinta muertos y cientos de heridos) fue obra de Al-Qaida, probablemente de su rama iraquí, y el ministerio del Interior de Irak confirma que muchos elementos yihadistas iraquíes están pasando a Siria por la permeable frontera y se registra allí un creciente tráfico de armas. Por previsible que fuera todo esto, su capacidad de alterar una salida más o menos organizada y que ya no puede ser indolora, parece ya imposible en términos políticos y racionales. Eso no hace menos responsable al gran culpable, el régimen de los Asad, pero abre la aterradora perspectiva de una guerra intercomunitaria trufada de intereses estratégicos ajenos y de factores foráneos que pueden hacerla además de más sangrienta, interminable.