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MUNDO

El último refugio de Bashar el-Asad

Siria es feudo de tres familias que controlan la economía, la inteligencia y la seguridad

MIKEL AYESTARAN
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Diez meses de revolución, miles de muertos, la presión internacional y el precedente de lo sucedido en Túnez, Egipto, Yemen y, especialmente, Libia han colocado a Bashar el-Asad al borde del precipicio. El dirigente de Siria sigue los acontecimientos encerrado en el palacio, que preside Damasco, desde la ladera del monte Casium. Alejado de las reivindicaciones de la calle solo le queda su círculo más cercano, un escudo familiar tejido por su padre durante 29 años de gobierno y que con el paso del tiempo ha ido consolidándose como el auténtico órgano ejecutivo del país por encima de cualquier otra institución. Poco importan los cargos o puestos públicos, lo que pesan son los lazos familiares, nepotismo al poder.

Siria es feudo de los El-Asad, Makhlouf (familia de Anisa, madre de Bashar) y Chaliche (familia política de una de sus tías), un secreto a voces que la gente denuncia en las calle, ahora sin miedo, y la comunidad internacional recoge en sus sanciones individuales que afectan directamente a los miembros más destacados de estos clanes que controlan la inteligencia y economía del país. Si a esto le sumamos el apoyo de la jefatura militar -formada mayoritariamente por generales alauitas, secta del Islam minoritaria en el país a la que pertenece el presidente, que pese a su educación británica ha terminado recurriendo a las raíces tribales y sectarias como mecanismo de supervivencia- y el respaldo sin fisuras de la jerarquía de los distintos grupos religiosos se completa en líneas generales el rompecabezas de los apoyos internos que sostienen al régimen. Una coraza de intereses con más de tres décadas de historia.

«Hace ya veinte años, en una terraza de unos familiares en Damasco, ingenuo de mí, señalando hacia una de las residencias de El-Asad que está en unas colinas y de la que se veía unas lucecitas, pregunte qué era aquello. El dueño de la casa casi se muere del susto y eso que estábamos en un décimo piso y no nos veían de la calle», recuerda un joven sirio que reside en Europa desde hace años y que sigue todos los acontecimientos muy de cerca porque gran parte de su familia sigue en el país.

Tela de araña

El terror a esa especie de 'Gran Hermano' que todo lo controla se ha consolidado gracias al trabajo de las cuatro direcciones de seguridad y sus múltiples ramificaciones. Inteligencia Militar, las Fuerzas Aéreas, Seguridad del Estado y Seguridad Política forman una tela de araña en la que cualquiera puede ser miembro de lo que popularmente se denomina 'mujabarat', que está bajo el paraguas del Consejo Nacional de Seguridad que reporta directamente a Bashar el-Asad.

La seguridad personal del presidente está en manos de su hermano Maher, responsable de la Guardia Presidencial y jefe en la sombra de la Guardia Republicana, y de su cuñado Asef Shawkat, oficialmente número dos del Ministerio de Defensa y de la Inteligencia Militar, pero oficiosamente «responsable de la vida de Bashar» por encargo expreso del expresidente Hafez antes de su muerte. El presidente cuenta también con otros dos primos en su guardia pretoriana, Zoulhima Chaliche y Riyad Chaliche.

Junto a las peticiones de libertad y democracia, las protestas en Siria tienen un marcado componente socioeconómico, al igual que en el resto de países de la 'primavera árabe'. Los primeros barrios que explotaron en Damasco fueron los del este de la capital, zonas que aportan mano de obra barata a una economía monopolizada por el clan familiar del presidente.

Rami Makhlouf, primo de Bashar y apodado 'el rey de Siria', controlaría el 60% de la actividad económica del país, según 'Financial Times', gracias a sus tentáculos en telecomunicaciones, hidrocarburos, turismo, negocios de importación... Una parte de sus beneficios se habría destinado en los últimos meses a financiar la represión y la propaganda a favor del régimen, según la oposición y que ven en la figura de Rami el gran símbolo de la corrupción sobre la que siempre habla el presidente, pero ante la que no actúa.

Fuera del anillo familiar El-Asad «ha mantenido a los antiguos generales de su padre, a los responsables de la masacre de Hama en 1982, que están respondiendo a los problemas actuales de la única manera que saben, con la fuerza», denuncia el jeque Mouaz Al Khatib Al Hasani, responsable hasta 1995 del rezo de los viernes en la mezquita de los Omeyas. La misma denuncia expresada por líderes políticos de la oposición política autorizada por el régimen; Kadri Jamil exige «el procesamiento de aquellos responsables que tengan las manos manchadas de sangre».

Goteo de desertores

Pese al goteo constante de desertores hacia las filas del Ejército Sirio Libre (ESL), se trata de militares de rangos medios y bajos. De momento, la cúpula militar se mantiene unida en torno al presidente. Lo mismo ocurre con los líderes de las distintas confesiones religiosas del país. La cabeza de la secta suní -a la que pertenece aproximadamente el 75% de la población- condena cada viernes las protestas contra el régimen, los cinco patriarcas cristianos cierran filas y califican a Bashar como «un presidente sin igual en todo el mundo árabe», según Ignacio IV (Hazim), patriarca de Antioquía y de todo Oriente. «Con su actitud muestran el mismo alejamiento de la realidad que el propio Bashar. Pero una cosa es lo que dicen estos líderes y otra muy distinta lo que opinan sus fieles», matiza el jeque Mouaz Al Khatib Al Hasani, que se autodefine como «un trabajador por la libertad».

«El desgaste está siendo enorme y el régimen está muy tocado», es la opinión compartida entre varios diplomáticos consultados en Damasco, que, junto al sistema nepotista que ha regido el país durante 33 años, apuntan al escudo externo formado por el eje Irán, China y Rusia como el segundo pilar que mantiene a un Bashar el-Asad cuyos días en el poder parecen contados.