Estampa de una de las lagunas chiclaneras. :: J. M. A.
Chiclana

Un paraíso desaprovechado

Aunque está señalizado para senderistas, este ecosistema rico en avifauna apenas es conocido por turistas ornitológicos.

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Son zonas utilizadas casi en exclusiva por ciclistas de montaña, agricultores y pastores. Son paraísos olvidados a medio camino entre Chiclana y Medina Sidonia, entre fincas de cultivo la mayoría de las cuales no goza del esplendor de otra época. En cerros dominados por el viento de levante. Con un punto mágico, el de Miralamar, muy cerca. Son zonas ideales para potenciar el turismo ornitológico y ambiental como se ha hecho en otros lugares y que tanta demanda tienen entre los centroeuropeos.

El complejo endorreico de Chiclana es rico en muchas cosas, pero también desconocido para la inmensa mayoría de chiclaneros de a pie. Las Lagunas de la Paja, Montellano y Jeli son parte del mejor ecosistema local, formado por lagunetas, esteros, salinas, arenisca, matorral bajo o lentiscos. Sin embargo, vallada con un candado, la de la Paja es la laguna natural más cercana al núcleo urbano y una de las más inaccesibles. Lindando con la fábrica de Maderas Polanco, este entorno se sitúa a medio camino entre Pago del Humo y los cerros de La Espartosa y el Pinar Hierro. Falta un mirador y aunque hay explicaciones, se echan en falta mayores facilidades para visitantes.

En el otro extremo de la ciudad, Montellano y la laguna de Jeli se ocultan entre la maleza para el visitante miope. Para quienes penetrar en su entramado de arbustos, caminos tractorados, cotos de caza y cortijos de señoritos centenarios, la realidad es otra. Ambas son lagunas protegidas desde 1987 y se incluyen en el Plan Rector de las Reservas Naturales de las Lagunas de Cádiz, publicado unos años más tarde, que adapta la denominación de la figura de protección Reserva Integral Zoológica y las agrupa bajo la denominación de Complejo Endorreico con calificación de zona de especial protección para aves. Con una superficie estimada de más de 600 hectáreas, parte de su valor ecológico reside en ser un punto vital para la conservación de especies de avifauna auctóctona. Fochas, ánades, garzas, aves rapaces son algunos de sus inquilinos habituales. Pero también son zonas de paso y descanso para cigüeñas o gaviotas.

Ambas lagunas de agua dulce semipermanente que se sitúan en el margen derecho del río Iro, en el noroeste de Chiclana, pueden alcanzar los dos metros de profundidad, aunque en periodos de sequía pueden quedarse sin agua. Se trata de suelos ricos en sulfatos.

En época de lluvias como ésta, ambas lagunas a las que se puede acceder desde El Fontanal, suponen un auténtico oasis en medio de plantaciones de viñas y secarrales. A pocos metros se sitúa el Corredor Verde Dos Bahías, y las administraciones han realizado en los últimos años un gran esfuerzo para preservar su valor e impulsar su identidad, adecentando algunos caminos y señalizando con paneles informativos algunas de las rutas y puntos de interés. Pero no ha sido suficiente. Turismo debería aprovechar los recursos de estas zonas, y poner en valor su patrimonio natural de incalculable valor.