Sociedad

GANANDO SE APRENDE

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Siempre hay gente que aplaude a los que patalean y eso contribuye mucho a que los críticos, que no acostumbran a pagar su entrada, digan que ha habido diversidad de opiniones. Los partidarios de Carme Chacón, que no es ni la Carme de España ni la de Merimée, ya que hubo fuga de vocales, no saben festejar la apretada derrota. Habló Rudyard Kipling, en un poema excesivamente festejado de los muchos verdaderamente grandes que escribió, de que hay que saber mirar a la victoria y al fracaso como lo que en realidad son: dos impostores. Estamos de acuerdo, pero hay que reconocer que todos vemos con mejores ojos el éxito. Es tan fotogénico que sale favorecido incluso en los carnés de identidad, donde no se reconoce casi nadie, aunque tenga que reconocer que ha salido con cara de gilipollas asustado.

Después del resultado de la íntima trifulca hay más descontentos que gozosos. Las luchas internas son ahora mediopensionistas. No pueden tomar al silbato del árbitro por el pito del sereno, ya que están sujetos al mismo reglamento. Salvo el señor Álvarez Cascos, que tiene cada día más cara de 'sparring', y denuncia una pinza autonómica, los demás vencidos tienen que aceptar el veredicto del igualadísimo combate. El llamado Tomás Gómez, que creyó que recortarse las patillas, dignas de uno de los siete componentes de los legendarios niños de Écija, equivalía a tener un aspecto sumamente distinguido. Los otros aspirantes no enmascararon sus intenciones. Ahora se extiende el malestar entre ellos, ya que sospechan que van a estar mucho peor, sobre todo de dinero.

Edificar sobre las ruinas tiene mucho mérito, pero lo tiene mucho mayor sembrar bajo el «amarillo jaramago» del que tanto hablan nuestros clásicos. La tierra no está baldía. Lo que ha ocurrido es que los interesados cosechadores han venido abusando de ella. Aunque pusieran espantapájaros en los sembrados para guardar un cercado que es casi ajeno.