Editorial

Riguroso arbitraje

La condena de Contador se formula en una resolución confusa y de singular dureza

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La resolución del Tribunal Arbitral del Deporte, inhabilitando al ciclista Alberto Contador para la competición durante dos años por detectársele clembuterol en un análisis efectuado durante el Tour 2010, suscitó en la opinión pública española y entre los propios deportistas reacciones que fueron de la consternación al lamento. La lectura del veredicto emitido por el mencionado tribunal ante los recursos presentados por la UCI y por la Asociación Mundial Antidopaje contra su exoneración por parte de la Federación Española de Ciclismo permite concluir que sus integrantes han considerado improbable que el resultado del análisis a Contador fuese consecuencia de una contaminación involuntaria, aunque tampoco se muestran en condiciones de identificar la procedencia del agente anabólico detectado. En otras palabras, la presencia incuestionable de clembuterol en la orina de Contador se convirtió en causa suficiente para dictar una sanción que el ciclista acabará de cumplir el próximo cinco de agosto porque no fue capaz de demostrar su inocencia ante el Tribunal Arbitral del Deporte. Ésta instancia singular ha dictado numerosas resoluciones por la detección de clembuterol en deportistas de muy diversas disciplinas, las cuales no reflejan un patrón jurisprudencial unívoco a la hora de esclarecer si el dopaje podía deberse a una ingesta casual o a una transfusión. La práctica del deporte de competición está sujeta a unas normas y a una jurisdicción que no siempre responden a los principios garantistas en los que se basa la administración de Justicia en el Estado de Derecho. Sin ir más lejos, la resolución del Tribunal Arbitral del Deporte ha dado por descontada la culpabilidad de Alberto Contador porque no ha quedado demostrada su inocencia ante el clembuterol detectado en su organismo. El veredicto describe una lógica muy difícil de rebatir, en la que la evidencia ofrecida por el análisis y el contra-análisis se sitúa por encima de que el dopaje fuese deliberado o no. Pero lo que suscita sospechas de arbitrariedad en el arbitraje deportivo es que no siempre se ha procedido con tan rigurosa interpretación de las normas disciplinarias.