Palabra de escocés
En pleno debate sobre la independencia, escoceses residentes en España reflexionan sobre sus tópicos y su identidad nacional
Actualizado: GuardarLos escoceses están unidos políticamente a Inglaterra desde hace más de tres siglos, pero eso, en sus términos, no es mucho tiempo. Ya lo escribió Robert Louis Stevenson, que era de Edimburgo: «Esa es la marca de todos los escoceses: que mantienen una actitud hacia el pasado impensable en los ingleses, y recuerdan y aprecian la memoria de sus antepasados, buena o mala, y arde en ellos un sentido de la identidad con los muertos que alcanza incluso veinte generaciones». Vista con esa perspectiva, la prolongada convivencia con los ingleses y compañía es solo un suspiro, un paréntesis que se abrió hace poco y se puede cerrar: el ministro principal, Alex Salmond, quiere celebrar un referéndum sobre la independencia en otoño de 2014, aunque el primer ministro británico, David Cameron, se ha puesto bravucón y le ha retado a adelantarlo al año que viene. No deberíamos engañarnos: en ese debate están hablando de impuestos, de transferencias, de cuentas matemáticas sin grandeza ni épica, pero, tratándose de Escocia, resulta inevitable que acaben asomando los rasgos eternos de la identidad nacional y que, de fondo, suenen las gaitas.
«Para mí, ser escocés es un sentimiento muy poderoso. Yo estoy firmemente a favor de la independencia: es importante para nuestra identidad y se ha hecho esperar mucho. Tendríamos una voz más fuerte en Europa y en los asuntos mundiales. Escocia podría controlar su petróleo, los impuestos, las leyes, la educación o la inmigración», repasa Gregor Borland, un violinista tradicional procedente de Inverness, la capital de las Tierras Altas. Gregor, que vivió un tiempo junto al lago Ness, conoció a una española en un concierto en Edimburgo -«ella estaba allí aprendiendo inglés, o escocés...»- y ha terminado en Agost, provincia de Alicante, donde organiza cursos de una semana para enseñar a otros músicos los aires típicos de su tierra. ¿Cuántas veces le han tomado por inglés desde que reside en España? «Me han confundido a menudo con un inglés, sí. Pero, en eso, los peores son los propios ingleses, que siguen hablando de pasaportes ingleses, dinero inglés o monarquía inglesa, cuando no se trata de cosas inglesas sino británicas», reprocha.
El hecho de que un país se llame Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, que esa es la denominación completa, ya indica que su estructura resulta un poco complicada, pero es cierto que muchas veces nos obstinamos en confundirlo todo: que levante la mano quien no haya usado alguna vez, por ignorancia o por despiste, la palabra 'inglés' para referirse al conglomerado entero. Y, sin embargo, todos somos capaces de reconocer sin ninguna duda a un escocés cuando lo vemos ataviado con su traje tradicional, mejor quizá que a ninguna otra nación del planeta. Gregor, que ha andado por medio mundo, ha comprobado el alcance universal de la condición de escocés: hace poco más de un mes, estuvo en los tradicionalísimos 'juegos de las Tierras Altas' celebrados en... Nueva Zelanda. Y le sigue sorprendiendo cómo, en Estados Unidos, casi todo el mundo invoca la existencia de algún ancestro con ese origen. «¿No es impresionante? ¡Hasta algunos americanos quieren ser escoceses!».
Un juego político
«Yo nací en Londres, pero no fue culpa mía», se disculpa Brendon Noble, criado desde que tenía un añito en el pueblecito de Boat Of Garten, en el noreste de Escocia, llamado así por el barco que servía para cruzar el río Spey. Brendon vino a Bilbao para trabajar como osteópata, se enamoró de una chica vasca y aquí sigue una década después, con más conocimientos ya de euskera que de gaélico. «Yo creo que todo esto es un juego político -apunta-. Me parece que la independencia sería una cosa bonita, pero hay que ser un poco pragmático, especialmente en estos tiempos de crisis: soy partidario de la unión, aunque tal vez no funcione como debiera y haya que renovar el concepto». A él, vivir en el extranjero le ha llevado a relativizar algunas cuestiones: «Ahora veo muchas más semejanzas entre escoceses e ingleses que cuando vivía allí. Con España me pasa lo mismo: los del norte y los del sur dicen que no tienen nada que ver, pero yo me fijo en que todos comen tortilla de patata y jamón ibérico. Es cierto que quizá los ingleses sean más fríos, más calculadores, y los escoceses nos dejemos llevar más por el corazón. Por eso muchas veces nos va mal, sobre todo en el deporte».
Brendon, con su aire desmitificador, parece un tipo ideal para repasar la vigencia de tres o cuatro estereotipos escoceses:
- ¿Alguna vez se pone el 'kilt', la falda escocesa?
- Sí, suele ser para las ocasiones importantes. Lo tengo en el armario, pero he de decir que a mi mujer no le gusta nada.
- ¿Bebe whisky?
- ¡Me encanta! En Escocia beben menos whisky del que quisieran, porque es muy caro, más que aquí. Les clavan a impuestos.
- ¿Los escoceses sois tacaños?
- Je, je... Dicen que tenemos los bolsillos profundos y los brazos cortos. Escocia ha sido un país realmente pobre: el plato nacional, el 'haggis', son despojos de cordero. No queremos estar pillados otra vez.
- ¿Y qué hay de la gaita?
- Cuanto más lejos, mejor. Es que, uffffff, la gaita escocesa es muy fuerte. Si te pones al lado cuando la están tocando, te puede cortar en dos.
¡Que no le oiga Leslie Thomson! En la Feria Internacional de los Pueblos de Fuengirola (Málaga), es fácil encontrar a este argentino-escocés vestido con el 'kilt', gaita en ristre y sorbiendo mate, como corresponde a su mezcla de nacionalidades. La rama paterna de su familia viajó de Escocia a Argentina con las vacas Aberdeen Angus, «la mejor carne del mundo», mientras que la materna hizo el mismo recorrido para electrificar las líneas férreas. El resultado es un escocés de pura cepa nacido en Buenos Aires, que se trasladó a Andalucía hace 22 años y allí trabaja en una funeraria y mantiene las costumbres de sus antepasados, incluidos encuentros semanales para practicar el baile escocés. «En mi grupo, hay un señor que vive en 'kilt', solo deja de ponérselo cuando anda en bicicleta o cuando alguna reunión se lo exige», comenta. Leslie aporta un ángulo inesperado a la cuestión de la independencia: «Escocia siempre ha estado unida por un enemigo común, que es Inglaterra. A los escoceses les gusta pelearse entre ellos, pero en este punto se unen todos. Yo veo la independencia como algo muy complejo, hay una parte de la población que no está nada de acuerdo y otra que no puede dejar de pensar en eso».
Amante de los pictos
Leslie Thomson tuvo ocasión de comprobar los caprichosos juegos de las identidades nacionales hace justo treinta años: «Cuando la Guerra de las Malvinas, aunque hubo tropas escocesas, en Argentina nunca se percibió a un escocés como parte de los ocupantes. Poco después, yo estaba tocando la gaita y nadie me dijo nada. Y, a la vez, recibía muchas comunicaciones de gente de Escocia que estaba del lado argentino». Pero su mayor orgullo es esa singular capacidad de sus tradiciones para atraer a personas de otros pueblos y crear escoceses vocacionales: «En nuestras actividades, intentamos que la gente no se limite a ver, sino que participe. Creo que se tiene la impresión de que Escocia, como Irlanda, es un pueblo hospitalario, con costumbres divertidas». La Asociación Braveheart, de la que es fundador, incluye a personas como Wendy van der Veen, una holandesa que se quedó fascinada cuando era niña por la serie de televisión 'Arturo de Bretaña': «Me metí en el mundo de los pictos, los primeros habitantes de Escocia», recuerda. Hoy, su tienda de trajes de novia en Fuengirola es el único lugar de España donde se puede alquilar un traje completo de 'highlander'. Cuesta 150 euros.
¿Demasiados tópicos? «Para mí -interviene Gregor Borland, el violinista-, el 'kilt', las gaitas o el whisky no son tópicos, sino una parte importante de nuestra cultura y nuestro legado. Si no los tuviéramos, no sé qué sería de nosotros. En cuanto a lo de que los escoceses somos ahorrativos, posiblemente tiene algo de verdad, pero cuidar nuestros recursos y nuestro dinero no es mala cosa. ¿Acaso no es eso lo que debe hacer un gobierno responsable?».