SOLIDARIDAD Y COPAGO
BUENO POR CONOCERActualizado:Existen muchos indicadores que revelan el estado de madurez de una sociedad. Algunos de ellos son meramente económicos, como para fiarse de ellos. Otros están relacionados con la calidad y cantidad de servicios que prestan a sus ciudadanos, dicho sea de paso, cada vez más en peligro. Pero los que verdaderamente dan ese plus, esa categoría de madurez son aquellos que expresan la capacidad de esa sociedad a ser autosuficiente. La competencia y destreza para dar respuesta a sus problemas, necesidades e inquietudes, de manera rápida y eficiente, al margen de la lenta y tortuosa vía política.
Una sociedad madura debe poseer recursos suficientes para no tener que depender de que la clase política acuerde solucionar sus cuitas. Una buena red social de apoyo es capaz de dar respuesta rápida a las demandas ciudadanas cotidianas. En cambio cuando dependemos del entramado administrativo todo se vuelve lento y tortuoso.
En estos momentos, cuando lo social cotiza a la baja, cuando todo servicio a los desfavorecidos suena a despilfarro, cuando a la salud y a la educación se le pone precio de rebaja, y cuando lo público suena a hipoteca de futuro, surge el fantasma del copago.
Pagar por algo a lo que hemos contribuido con nuestros impuestos. Pagar por algo que es un derecho irrenunciable. En la hipérbole del despropósito la alcaldesa de Madrid nos pide un esfuerzo más. «Que devolvamos a la sociedad parte de lo que ella nos dio». Que trabajemos gratis y de forma voluntaria para prestar servicios por los que nos van a cobra dos veces. La solidaridad debe ser un complemento secundario y nunca un pilar fundamental de un servicio público.
Quiero pensar bien. Cuando la primera edil madrileña se refiere a «devolver a la sociedad parte de lo que ella nos ha dado», lo hará pensando en esos amigos suyos que se enriquecieron a la sombra de la política corrupta, a esos con los que ha compartido algo más que mesa, a los que han dilapidado aquello que no era suyo, a aquellos que ni se han despeinado con la ventolera de la crisis.