RICOS DE PEDIR
Actualizado:No sé dónde vamos a parar. El Gobierno quiere bajar el sueldo de los que ganan, quiero decir que cobran, cantidades con muchos ceros, generalmente en conducta. Será lo nunca visto, ya que ni siquiera Hacienda les puede echar la vista encima. Bajarles el sueldo el 70% a los directivos de cajas con ayudas públicas supone un atentado contra la tradición. Tendrían que pasar de 600.000 euros a 300.000, o sea, a la mitad, pero eso supone para los afectados que los partan por el eje. ¿Qué está pasando? Empiezan a buscar donde hay, convencidos de que las pesquisas son infructuosas si se husmea donde no habita. El dinero no deja olor, que dijo Vespaciano, inspector de retretes romanos, pero los que apestan son los que lo han juntado de malas maneras.
Como en aquel lejano dibujo de El Roto en el que un manifestante desnutrido enarbolaba una pancarta: «No puede ser que la única salida laboral sea la de llevar a hombros a los ricos». Ciertamente los opulentos, que es calumnioso que deban su nombre a pertenecer a determinada rama religiosa, no tienen por qué avergonzarse de sus riquezas. Algunos lo hacen, pero por delegación y se sonrojan en nombre de otros muchos. El señor De Guindos le está echando valor pero a costa de disminuir algunos precios, así que debe andarse con cuidado. El único que no hace negocio cuando se pone a la venta su piel es el oso.
La reforma aprobada es la tercera, si no llevamos mal la cuenta, ya que entre sastres no se cobran las hechuras, pero ninguna se ajusta a la anatomía del paciente, que empieza a impacientarse. Hay que rogarle a las entidades financieras que tengan tranquilidad. Les hacen falta unos 50.000 millones de euros para su saneamiento inmobiliario. Dicho de otra manera, que viene a ser la misma, para salvar los muebles. Muchas dudas caben cuando una casa está vacía. Ha sido asaltada.