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SOMOS DOSCIENTOS MIL

LENGUAJE NO SEXISTA

ILDEFONSO CÁCERES
Actualizado:

Creo que la gran mayoría de lectores de estas líneas son plenamente conscientes del inútil derroche al que llega gran parte de nuestra clase política en el esfuerzo por evitar un supuesto lenguaje sexista. Algo que a la mayoría de españoles se la trae floja y pendulona, máxime con la que económicamente hablando nos está cayendo encima.

La absurda espiral sobre la conveniencia de suprimir ese supuesto lenguaje sexista comenzó hace años con el invento de la fastidiosa barrita, que hacía aconsejable escribir «lo/as niño/as», mejor que el asqueroso y machista «los niños». A alguien no debió parecerle correcta aquella fórmula y se pensó más ortodoxo introducir ambos sexos en la frase, de modo que la misma se redactara como «los niños y las niñas». Como de sabios es rectificar, se pensó mucho mejor adaptar nuestra escritura con el símbolo de la arroba, evitando de ese modo las engorrosas repeticiones a que daba lugar la innecesaria costumbre de hacer explícita alusión a los dos sexos. De algún modo se suponía que el símbolo de la arroba (@) como recurso gráfico, integraba en una sola palabra las formas masculinas y femeninas del sustantivo, pues este símbolo parecía incluir en su trazo las vocales a y o. De ahí que pasáramos a la enorme burrada gramatical consistente en escribir «l@s niñ@s».

La cosa no quedó ahí. Hace poco más de un año, en esta Andalucía del millón largo de parados, Sevilla acogió unas Jornadas denominadas: 'Una mirada de género al medio ambiente', en la que hasta cuatro consejeros de nuestra muchas veces absurda Junta andaluza se dieron cita para presentar la 'Guía sobre comunicación socio ambiental con perspectiva de género'. Con ella se pretendía que los periodistas cambiaran cualquier atisbo de uso machista o masculino del lenguaje y, por supuesto, nada de arrobas o barritas. Las recomendaciones incluían que, en vez de hablar del actor o de la actriz, se utilizara la persona que actúa. «Quien juega al fútbol» mejor que decir «el futbolista». «La ciudadanía» mejor que usar «los ciudadanos2. «La humanidad» y no «el hombre» y, por supuesto, «la infancia», y a tomar por saco ese machista término de «los niños», así como cualquier invento posterior como lo/as niño/as o l@s niñ@s.

Pero como en este país, cuando de hacer tonterías parece que estamos concursando, a ver quién la hace más grande, es ahora toda una universidad, la Nacional de Educación a Distancia, quien da un paso más, publicando la denominada 'Guía de lenguaje no sexista'.

La UNED dice que ni barrita, ni arroba, ni lenguaje inconcreto. Lo correcto es, sin duda alguna, utilizar siempre ambos sexos. Así no hay equívocos, aunque el texto que estemos redactando, en vez de una página ocupe un cuaderno entero. El ejemplo sería: «los funcionarios y las funcionarias interinos e interinas»: Dicha guía da una vuelta de tuerca sin precedente alguno aconsejando que, cuando hay una mención expresa de ambos sexos, al ordenar las palabras no caigamos en el tópico -que por lo visto es de un machista que asusta-, de anteponer siempre el masculino al femenino. Así que volviendo al anterior ejemplo, sería aconsejable anteponer el femenino al masculino o, en último extremo, ir intercalando ambos sexos a lo largo del texto. De ese modo, sería correctísimo decir «los funcionarios y las funcionarias que aspiren a ser interinas e interinos».

Así que utilizando un lenguaje no sexista, acorde a las recomendaciones de la Junta y de la UNED, permítanme finalizar hoy parafraseando a uno de los grandes líderes de la radio española, del que me confieso fósforo incondicional, cuando afirma que en este país no cabe un tonto más; hay más tontos que botellines.

Por cierto que estas líneas, junto al cronisto firmante, también las suscriben los dentistos, los pediatros, los poetos, los sindicalistos, los pianistos, los golfistos, los turistos, los artistos, los periodistos, los maquinistos, los electricistos, los oculistos, los policíos del esquino y, especialmente, los varonos, que somos quienes estamos hasta las huevas de que, con cinco millones de parados y paradas, o de parado/as, o de parad@s, o de personas sin empleo, sigamos perdiendo el tiempo y gastando dinero público en tantísimas estupideces.