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Editorial

Despedida y legado

Zapatero lanza un mensaje de renovación y unidad que su partido haría bien en aplicar

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Rodríguez Zapatero protagonizó ayer el último acto político como secretario general del PSOE. Su informe de gestión, con aires emocionados de despedida, incluyó como parecía lógico, además del recuento de lo acontecido desde el Congreso anterior y de la asunción personal de responsabilidades, un repaso a toda su trayectoria al frente del partido. Zapatero atribuyó a la crisis económica el gran desgaste socialista, consecuencia de la adopción de decisiones irremisibles que sin embargo fueron precisas para evitar la intervención. Esta vez reconoció también errores propios -el haber tardado en aceptar la gravedad de la propia crisis- pero no imprevisión. Y enunció algunas conclusiones que su partido bien haría en aplicar y hacer propias: con respecto a Europa, recomendó mayor unidad, más proyecto político, más ímpetu en pro del crecimiento; con relación a España, señaló que el bienestar futuro no vendrá de las viejas políticas y que nuestro país necesita renovación y recuperar ideales colectivos porque, «desde la Transición, hemos discutido por casi todo». No le falta razón: ahora, con la alternancia, regresan los vaivenes. Zapatero, que en su despedida definitiva trazó también un bosquejo del futuro de la socialdemocracia en un mundo en que acaban de fragilizarse los axiomas del neoliberalismo, deja tras de sí un partido gravemente dañado por la mayor derrota de su historia contemporánea, y lo hace cuando el país acaba de recaer en la recesión. En estas circunstancias, no solo es difícil canalizar el relevo sino también hacer balances creíbles. La historia, que con la perspectiva ha modulado ya las biografías de nuestros anteriores expresidentes, pondrá también en su lugar a Zapatero, que ha sido el jefe de Gobierno que ha debido afrontar la mayor adversidad. De momento, el saldo que ayer trató de modular Rodríguez Zapatero es negro en lo económico y agridulce en casi todo lo demás. La modernización, que nunca cesó del todo, cede en este caso al drama de un país en crisis en el que también el partido que sale del poder tendrá serias dificultades para reencontrarse y reconstituirse.