De Suresnes a Sevilla El diputado Txiki Benegas, que fue clave en la elección de Felipe González, desentraña los entresijos de los trece últimos congresos
Actualizado: GuardarSerá en el hotel Barceló-Renacimiento de Sevilla donde el PSOE intente alzarse sobre sus cenizas. Los 956 delegados socialistas con derecho a voto introducirán en las urnas las papeletas impresas con los nombres de Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón. Sobre las dos de la tarde de mañana, el Partido Socialista Obrero Español tendrá un nuevo secretario general, el cuarto tras el histórico encuentro celebrado en Suresnes en octubre de 1974, que marcó el ascenso de 'Isidoro', nombre en la clandestinidad de Felipe González, y la entrada del PSOE en la historia reciente de España. Txiki Benegas, diputado por Bizkaia y un delegado que no se ha perdido ninguno de esos trece congresos (fue clave su participación en Suresnes para la elección de González como líder de la organización) nos guía por los entresijos que han marcado estos años y nos desvela datos para entender nuestro pasado más reciente.
Para comprender Suresnes, asegura Benegas, hay que rememorar lo que ocurrió en los cónclaves de 1970 y, en especial, de 1972. «Dos congresos muy conflictivos», remarca. A finales de los 60, el PSOE clandestino se nutre ya de jóvenes militantes y se asienta en Asturias, Andalucía, País Vasco... Las detenciones de 1956 -hay que recordar que Tomás Centeno, presidente de UGT y miembro de la ejecutiva clandestina del PSOE, murió en 1953 en la Dirección General de Seguridad tras sufrir torturas- habían llevado a la dirección del partido a instalarse en Toulouse. Antonio Amat, detenido, es sustituido por Ramón Rubial. Los nuevos militantes plantean que la dirección regrese al interior para estar más en contacto con la realidad. En 1972, el partido se escinde.
«Al congreso del 74 llegamos en una situación precaria», apunta Benegas. Para encarrilar aquel encuentro, Felipe, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Enrique Múgica y Pablo Castellano, nombres cosidos a la historia del socialismo, dan forma al llamado 'Pacto de Jaizkibel'. El informe de gestión es encargado a González. «Los delegados no tenían claro quién sería el nuevo secretario general, pero todo apuntaba a Nicolás Redondo, que contaba con más apoyos. Pero Redondo entiende que debe centrarse en UGT. Entonces emerge la figura de Felipe González», dice. El sevillano presenta un nuevo aspecto, un nuevo acento, una nueva visión. Por primera vez desde la Guerra Civil, todos los miembros de la Ejecutiva, menos uno, viven en España y ven más luces que sombras en el horizonte. Se habla de «recuperar parcelas de libertad» aunque aún resuena el concepto de «ruptura democrática».
El último en la ilegalidad
En 1976, el PSOE todavía no es un partido legal. Pero convoca su congreso en Madrid e invita a todos los grandes líderes socialistas europeos. François Mitterrand, Olof Palme,Willy Brandt... rodean a Felipe. Hasta aparece alguna foto en el diario 'Madrid'. «El régimen no se atrevió a prohibirlo». Eran tiempos de cambio: una comisión de la Platajunta negocia con Adolfo Suárez. Llegan las elecciones del 77, la elaboración de la Constitución, el Referéndum constitucional del 6 de diciembre de 1978... Hay una efervescencia que lo contagia todo.
Llegamos a mayo del 79. El PSOE no es ajeno a la convulsión que sacude España. El XXVIII congreso es reflejo de aquella tensión. «De los congresos del PSOE se dicen dos cosas: que se sabe cómo se entra, pero nunca se sabe cómo se sale y que el partido resuelve los problemas con un congreso de retraso», concede Benegas. Ambos asertos se cumplieron de pleno en el cónclave desarrollado en Madrid bajo el lema 'Construir en libertad'. Felipe pretende retirar la definición de marxista que acompañaba al sello del partido desde 1976 y sustituirlo por un término más tibio. Los militantes le pasan factura y la mayoría de las resoluciones que se aprueban dejan en tan mal lugar al secretario general que éste decide no presentarse a la reelección. «Recibió presiones de todo tipo: le llamó el Rey, Mario Soares, Brandt, Suárez...», dice Benegas. Pero nada. Felipe lo deja. Ni Tierno Galván, ni Solana ni Gómez Llorente se deciden a entrar en liza como alternativa.
José Federico de Carvajal encabeza la gestora que se hace cargo de la dirección hasta que, en septiembre de 1979, se convoca un congreso extraordinario. «Le llamamos el congreso 28 y medio», se sonríe el político vasco. González arrasa con el 99% de los votos lo que le garantiza el triunfo de sus tesis y un regreso por la puerta grande. «Es la modernización del proyecto socialista y la búsqueda de una mayoría social que nos permita llegar al poder», reconoce Benegas. Para ello, el PSOE larga mucho lastre ideológico. Irrumpe el tándem ganador Felipe-Guerra. Pragmatismo y populismo.
La apuesta hace saltar la banca. En octubre de 1982 suman 202 diputados y 10 millones de votos. El siguiente encuentro, ya con el PSOE en el poder (un conjunto de profesores, profesionales y políticos con un barniz muy moderno, de barbas, pantalones de pata ancha y chaquetas de pana) conduce a los escollos de la realidad que afloran en el trigésimo congreso: el prometido referéndum sobre la OTAN. Cuando Calvo Sotelo anunció la incorporación y, en el calentón del debate parlamentario, Felipe gritó una promesa al estilo de Escarlata O'Hara en Tara: «Yo sacaré a España de la OTAN convocando un referéndum».
Moncloa contra Ferraz
Pero la realidad atropella las promesas y González se ve en la obligación de suavizar la propuesta en 1984. Habrá referendum, pero la pregunta será la más enrevesada de la historia. Ganó el sí por un 55,2%. El no cosechó el 39,8% .
Los debates de 1988 vienen marcados por la confrontación con UGT y por los rescoldos de la huelga general contra el Gobierno socialista que atiza en un combativo discurso el mismísimo Nicolás Redondo. Hay una nueva ruptura. Los conflictos no cesan en el congreso de 1990. Surgen los renovadores, encabezados por Solchaga y Solana. González acuña la frase «se gobierna desde Moncloa y no desde Ferraz» (sede del partido).
En el gobierno, al PSOE le estallan en las manos los grandes escándalos de Filesa, Roldán... Guerra dimite como vicepresidente en enero de 1991 «ante la erosión que sufre el PSOE por los constantes ataques a mi persona», dice, y sale del Gobierno por la puerta de atrás. Nadie cuestiona en público a Felipe. Es el candidato y asume la derrota, «por 200.000 votos», de 1996. Se «improvisa» un Congreso y González, que iba a anunciar que continuaba, cambia su decisión la noche anterior y renuncia. Nombra un sucesor: Joaquín Almunia. «Felipe me dijo que si hubiera aceptado una prórroga de un año, no se hubiera ido nunca», confía Benegas.
Después del XXXIV congreso (1997), Joaquín Almunia (tras la renuncia en la batalla de las primarias de Josep Borrell, salpicado por otro escándalo), afronta las elecciones como cabeza de cartel: debacle socialista, mayoría absoluta de Aznar y puente de plata para el ascenso de Zapatero que sustituye a Chaves, presidente de la gestora tras la dimisión de Almunia. El leonés, hombre de aparato, se hace con el puesto por solo 8 votos de diferencia. El 11-M le aúpa al Gobierno... El hombre de la ceja agota dos legislaturas y deja al partido en la encrucijada actual.