MUNDO

La violencia amenaza la transición política

Los disturbios de Port Said, donde murieron 74 personas, prenden la mecha de nuevas protestasAl menos 200 heridos en los choques entre manifestantes y Policía en las calles de El Cairo

PORT SAID. Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

La peligrosa mezcla de fútbol y política ha puesto una nueva piedra en la inestable transición egipcia. La violencia que acabó el miércoles con la vida de 74 personas en el estadio de Port Said ha vuelto a poner en el punto de mira a la detestada Policía egipcia, y ha sembrado serias dudas sobre la capacidad del Gobierno de transición para mantener la estabilidad y la seguridad en un país donde cualquier chispa se ha convertido en el detonante de una catástrofe. Los dedos señalan a distintos culpables, desde los seguidores del antiguo régimen hasta las propias fuerzas de seguridad.

Apenas hicieron falta 24 horas para que la violencia se trasladara a El Cairo. Ayer, el primero de los tres días de luto que se han declarado en Egipto, miles de seguidores del Al Ahli, el equipo atacado en el trágico partido de Port Said, a los que se unieron varios partidos políticos y movimientos juveniles, marcharon por las calles de la capital egipcia para exigir justicia para las víctimas y pedir la caída de la junta militar que gobierna el país desde la dimisión forzada de Hosni Mubarak hace un año. La cúpula castrense se ha convertido en el nuevo enemigo de los hinchas más radicales del fútbol egipico, que en el último año se han ido politizando poco a poco.

Desde primera hora de la mañana, grupos de manifestantes sellaron la plaza Tahrir y los alrededores del edificio de la televisión egipcia, una institución que no se ha depurado y se ha convertido en blanco de las iras de los revolucionarios. Antes, miles de hinchas del Ahli habían recibido a los heridos y los muertos en la estación de El Cairo. Todos los cadáveres han sido trasladados a la capital para practicarles la autopsia, aseguró a este diario el director del hospital Ameri de Port Said, Hassan el Esnami.

Las marchas de protesta, que se iniciaron en distintos puntos de la ciudad, finalizaron en el ágora revolucionaria, mientras que un grupo de hinchas enfurecidos se dirigió hacia el Ministerio del Interior, que se encuentra a pocos metros de la plaza. Los gases lacrimógenos, así como las piedras, no se hicieron esperar, y los heridos comenzaron a aparecer entre las masas de manifestantes. Según una fuente del Ministerio de Sanidad, cuarenta personas ingresaron en hospitales y hasta 150 más fueron atendidas en la calle, en los alrededores del edificio de Interior.

Dimisiones

Pero la batalla en la calle había estado precedida por otra crisis, esta vez en el Parlamento egipcio, donde el presidente de la Cámara de Representantes, Mohamed Saad el Katatni, miembro de los Hermanos Musulmanes, arremetió en un duro discurso contra las fuerzas de seguridad, a las que acusó de negligencia y de «poner en peligro la revolución». La cofradía ha vuelto a sacar el viejo soniquete de las «manos invisibles» que intentan desestabilizar el país, una opinión que ayer era compartida por muchos en Port Said, donde se acusa a la 'baltaguiya', matones supuestamente pagados por miembros del antiguo régimen, de infiltrarse en el estadio para iniciar los disturbios.

El hemiciclo se reunía ayer de urgencia, y los diputados de distintas fuerzas políticas exigieron dimisiones de alto nivel en el Ejecutivo y amenazaron con promover una moción de censura contra el Gabinete. También compareció el primer ministro egipcio, Kamal Ganzuri, que lidera un Ejecutivo de transición con poco apoyo popular. Ganzuri anunció las primeras víctimas políticas de la catástrofe: el gobernador de la provincia de Port Said y el jefe de Policía de la región, que dimitieron ayer de su cargo. La junta directiva de la Federación Egipcia de Fútbol también ha sido disuelta, aseguró el primer ministro, quien anunció que sus miembros serían investigados por la Fiscalía en relación con los dramáticos sucesos.

Quizás lo más sorprendente de todo fue el reconocimiento por parte de Ganzuri de su responsabilidad política en los incidentes -algo prácticamente insólito en Egipto- por la que rendirá cuentas ante la institución que se lo pida, dijo el primer ministro, quien también admitió lo evidente para muchos egipcios: que la calle no le quiere.

Pero si el Parlamento apuntaba a las fuerzas de seguridad, los colectivos de activistas y los hinchas señalaban a la junta militar. «Si no consiguen mantener la seguridad en un partido de fútbol, ¿cómo la van a mantener en el país?», se preguntaba ayer Engy Hamdy, miembro de la oficina política del movimiento 6 de Abril. «Lo que ocurrió ayer no tiene explicación alguna mas que era parte de un plan de la junta militar y del Ministerio del Interior para empujar al país hacia el caos y obligarnos a abrazar al gobierno militar», dijo el activista.