D. Gregorio Calama Barés: un salesiano de raza
Actualizado: GuardarEn la noche-madrugada del viernes 27 al sábado 28 de enero, falleció en la Casa Salesiana de Cádiz el salesiano presbítero D. Gregorio Calama Barés, a la edad de 80 años.
D Gregorio había nacido el día 9 de mayo de 1931 en La Alberca, tal vez el pueblo más genuino, más típico y más bello de la sierra de Salamanca, muy cerca del Santuario dominico de la Peña de Francia, en el seno de una familia profundamente religiosa y cristiana, tanto por parte de su padre (ya aparece, a mitad del S XVII un Calama de La Alberca al servicio del Santuario), como de su madre (al menos dos hijos de esta familia son y/o han sido salesianos). Eran cinco hermanos; otro de ellos también salesiano.
Hasta los doce años, siendo aún un zagalillo, en que ingresó en la Comunidad Salesiana de Antequera, D Gregorio dio sus primeros pasos y dijo sus primeras palabras en el Régimen republicano recién estrenado; a los pocos años de edad, le tocó vivir la guerra, y por último, antes de abandonar su pueblo, la posguerra. Todas estas vivencias, quizás sin alcanzar a entender y comprender qué significaba todo aquello. En este paisaje político se crió y creció jugando y correteando por las calles y plazas de su medievalesco y hermoso pueblo.
Tras pasar cuatro años en Antequera, hizo el noviciado en San José del Valle, provincia de Cádiz, profesando por primera vez el 16 de septiembre de 1948. Luego pasó a estudiar Filosofía en Utrera. A continuación vendría el Trienio en Puerto Real. De allí pasó a estudiar Teología en Alcalá de Guadaira para terminarla en Posadas (Sevilla). Siguió con sus estudios para ordenarse presbítero el 16 de septiembre de 1957.
Su vida profesional ha discurrido por la Universidad Laboral de Sevilla, por el Colegio de la Línea de la Concepción, donde fue Director desde 1989 a 1995. Pasó por Mérida, Campano y Cádiz. Amplió sus estudios durante un año en Turín. Fue misionero en Cinkase (Togo, África), para volver a Cádiz. Fue un buen salmantino, buen gaditano, tierras a las que amaba; y un salesiano excepcional y auténtico, con una fe y vocación a toda prueba.
Como persona fue extraordinario: de fuerte carácter y temperamento; a veces de carácter, a primera vista, desabrido, pero después en el trato era amable, respetuoso, tolerante, dialogante, afable, comprensivo, entregado, honesto, sabía escuchar; y era amigo de todos.
Poseía una voz potente, clara y canora, y un verbo convincente, así como memoria excelente, que aprovechaba como buen orador y mejor predicador. Sus homilías, preparadas a conciencia, ilustradas con ejemplos y argumentos actuales, transmitían la palabra de Dios con tal claridad y contundencia, con esmerada pedagogía y con tal didáctica que quedarán en el recuerdo de sus feligreses. Amaba a los niños cual si del propio D. Bosco se tratara; se le podía ver en los recreos rodeado de chiquillos departiendo con ellos de modo paternal. Con la edad, su salud se fue quebrando; no obstante, un día los veías en silla de ruedas o con muletas, y por la tarde o al día siguiente lo veías diciendo la misa y predicando sus emotivas homilías con tal energía que parecía increíble.
He tenido la suerte de conocerle durante casi 40 años y tenía buena amistad con él, hasta el punto que bautizó a mi nieto en septiembre de 2008 en la iglesia de San José. Es uno de los tantísimos gratos recuerdos con los que me quedo.
D. Gregorio, como antiguo alumno y profesor salesianos, como padre de antiguos alumnos, te recordaré siempre y espero que tu viaje hasta el Padre Celestial te sea leve.
Nos dejó D. Gregorio Calama Barés, un salesiano de raza. Descanse en Paz.